Latinoamérica: la esperanza del progresismo en la región
Los sabores ácidos y amargos serán nuevamente conquistados por el dulce y la sal del progresismo y la justicia social.
Estamos hambrientos de sal y azúcar, pero cuando nos hace falta usamos sustitutos, hemos olvidado el sabor de las cosas, todo es sal y azúcar, ¿cuál es el sabor del cerdo, de la res, del pollo, de la cabra, los vegetales, las hortalizas, las legumbres, las frutas?, todo tiene sal o azúcar y cuando menos, uno que otro “saborizante”.
Las antiguas hermesetas, splenda, stevia, sal de ajo, sal ahumada, sal del himalaya, glutamato monosódico, salsa de soja, y un largo etc.
Ya nada sabe igual, todo lo hemos complicado por adaptarlo a nuestro “gusto” es decir, todo en la medida de los gustos individuales, que de a poco y con la globalización se van haciendo generales y casi obligatorios.
Los de mi generación “baby boomers”, no teníamos alergia alguna, tomábamos leche prácticamente directo de las ubres de la vaca, salíamos al patio y cuantas veces habremos comido tierra de las macetas, jabón de lavar, etc.
Las gallinas en el patio de mi abuela comían maíz, grillos y una que otra cucaracha; que sabroso el jugo de naranjas que no venía en tetra-pak, las conservas hechas en casa sin conservantes, colorantes o saborizantes.
Así vivíamos en completa paz, sin intolerancias a la lactosa, al gluten ni a los vecinos, a los pobres, a los de otros pueblos o etnias, salvo sea dicho a los negros y a los que protestaban, porque esos sí que venían como sin sal y sin azúcar.
La discriminación era brutal por razones del color y de las creencias, digo “brutal” porque ahora no es que no exista, persiste y con más hipocresía, pues ya no solo se discrimina a los negros, si no también a los indígenas, a los desposeídos, a los enfermos, a los viejos y a los de cualquier otra religión que no sea la nuestra, incluso dentro de la religión que profesemos discriminamos a los que no son de “nuestro grupo”.
Lo dulce y amargo de la política
Lo mismo pasa en política y economía, donde lo dulce y lo salado del progresismo y de las izquierdas, que son naturales e inherentes al ser humano, nacidas del pueblo y sus necesidades en su búsqueda de la equidad, la justicia social y la reivindicación de derechos.
Se encuentra con lo amargo y lo ácido, cualidades innaturales adquiridas, de la derecha neoliberal nacida de las cunas de oro, de las testas coronadas, de los señores feudales, que actualmente descubrieron como mantener el dominio, el poderío, el sometimiento y la esclavitud.
Todo esto a través de prácticas “novedosas” con nombres eufemistas como “primer mundo“, “desarrollo“, “élite“, “clases socio-económicas“, “países en vías de desarrollo“, “moda“, “trabajo“, “países del tercer mundo” e “industria” y “comercio“.
Prueba de lo que escribo es lo que sucede en el mundo actual, sobre todo en Latinomérica, donde las élites amargas y ácidas queriendo mantener su hegemonía de dominio sobre los pobres, se han dedicado a apoyar a los políticos derechosos neoliberaloides para mantener sojuzgados a los pueblos, para seguir enriqueciéndose a costa de evadir impuestos y sacar capitales a paraísos fiscales.
Negando así el derecho de las personas al acceso a educación, vivienda, salud y trabajo dignos; y cuando surgieron en la América de esta parte del mundo, los Chávez, Kirchner, Morales, Lula y Correa, solo se les ocurrió satanizarlos, desprestigiarlos, enjuiciarlos, encarcelarlos y someterlos al escarnio público.
Pero ya ahora se va revertiendo la situación, con el resurgimiento de López Obrador en México y Fernández en Argentina, con la resistencia de Cuba y Venezuela al infame y criminal bloqueo e incautación de fondos, con el advenimiento de Castillo en Perú, los sabores dulces y salados que dan gusto al diario vivir de los pueblos retornan a la mesa política de la Patria Grande.
Todavía quedan Bolsonaro, Piñera y Duque, pero ya pronto pasarán junto con Macri, y Moreno de Ecuador y otros tantos bárbaros, al basurero de la historia.
A los ecuatorianos nos queda lidiar 4 años con el banquero bachiller. Un verdadero lobo con piel de oveja, que ha venido a destruir el Estado y sus instituciones, a privatizar la empresa pública y a destruir todo lo que recuerde a empoderamiento popular, este Lasso amargo y ácido, que fue repudiado por el 48% de ecuatorianos en la elección que lo llevó a la presidencia.
Según dice la encuestadora a su servicio, tiene el 71% de aceptación, pero vive preso de sus miedos y al igual que su antecesor mantiene el palacio de gobierno con rejas, vallas y alambre de púas, ¿de qué aceptación hablamos entonces?
Cuando golpeando las puertas de los cuarteles como en la década de los 70 habla de apoyo contra la “insurrección anarquista” que podría pretender desestabilizar la democracia, como si esta última no estuviera ya desestabilizada con la práctica de las oscuras artes que lo llevaron a la presidencia y ahora a comprar asambleístas para que le den apoyo legislativo.
Y así tenemos tanto que hacer y tan poco por rescatar, los sabores ácidos y amargos serán nuevamente conquistados por el dulce y la sal del progresismo y la justicia social.
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