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Ciara y los cuervos: Un cuento de valentía y honor

El cuento relata la historia de Ciara, una joven bruja acosada por unos jóvenes cazadores que quieren matarla. Los cuervos serán sus aliados.

En el pueblo se había formado desde hace varios años un grupúsculo especial que se dedicaba a la cacería de brujas y hechiceros, se llamaba La Célula. La estrategia para identificarlas, el seguimiento y la cacería se ejecutaban con cierta cautela, dado el rumor de que el poder de las brujas era extraordinario.

Era sabido que las brujas habitaban generalmente en el monte Huayatana, pero pocos se atrevían a entrar. Algunas con el pasar de los años, para pasar desapercibidas, evitar conflictos y no estar expuestas a la discriminación y al estigma, además de los problemas por las tierras, fueron habitando en diferentes partes de la ciudad, por lo que para La Célula se hizo más difícil la cacería.

La rivalidad entre los cazadores y los hechiceros empezó hacerse muy evidente el día en que murió el fundador de La Célula. La leyenda dice que la Bruja Reina, lo encantó para que él se enamorara de ella. Y que con ese encanto no bastaría nada más, ya que su perdición y muerte sería por añadidura. Lo cierto es que encontraron al hombre tirado en un barranco con varios impactos de bala.

Este hecho no pasó desapercibido para los miembros de esta secta, quienes culparon a la hechicera de su muerte, y agitaron la persecución desde todas las aristas. Por el lado político intentaron desalojarlas de la montaña.

No podían ser vistas en lugares públicos sin que fueran insultadas y discriminadas. En lo religioso, los curas lanzaban sus dardos desde el púlpito y desde la radio para poner a la población en contra de ellas. Inclusive, trajeron a un cura experto en exorcismo y ciencias oscuras.

Este personaje, harto particular, ha realizado varios actos “celebrativos” con el objetivo, según ellos, de fortalecer más la fe. Se lo ha visto muchas veces en las sesiones de La Célula planeando y colaborando los ataques contra ellas.

La rivalidad se extendió hasta los hijos de las brujas y los hijos de los cazadores. Luego de la muerte del hijo de la Bruja Reina, los novatos adolescentes cazadores estaban muy motivados en colaborar y ayudar a limpiar el pueblo de los brujos.

La Célula los incluyó porque según dicen, perdieron la cuenta de cuantas brujas y hechiceros había en la ciudad, entonces estimaban que ante una posible guerra los superarían muy fácilmente. Así que los instruyeron y les dieron armas de segundo nivel, con el fin de que ellos puedan acabar con los hijos de los hechiceros.

Como asumían que los adolescentes hechiceros no tenían mucho poder, las armas de tercer nivel se caracterizaban por echar fuego. Para esto habían diseñado un aparato de 60 centímetros en forma de ametralladora, que se recargaba con gasolina, y cuyo mecanismo permitía según su ajuste, desde quemaduras de tercer grado hasta quemar casi totalmente a una persona apenas entrara en contacto con ella.

Aquella noche Emily, Beatriz y Leonor llevaban colgadas las armas en sus espaldas. Estaban dispuestas a acabar con la vida de Ciara, hija de la Bruja Reina. Desde hace tres meses aproximadamente habían seguido sus pasos.

Todo empezó cuando se rumoró que tres vagabundos quisieron aprovecharse de ella, y que los dejó colgados de los tobillos —más no muertos— en un puente. Ellas entrevistaron a los vagabundos, les mostraron un bosquejo de su retrato y ellos dijeron que era la misma persona que les había hecho eso.

En la escuela secundaria la han abordado varias veces para que ella acepte que es una bruja; no obstante, Ciara no lo ha confirmado, y ha sido indiferente ante sus intimidaciones. Otro hecho bastante sospechoso es que siempre se la ha visto en el pueblo con un cuervo posando tranquilamente en su hombro izquierdo, lo que se hizo más evidente para las cazadoras.

En clases también se podía ver a Ciara con el cuervo. Los maestros no se lo impedían con la única condición de que el animal se mantenga en silencio y ella limpie los desechos. Nunca tuvo ningún llamado de atención por el ave. Lo extraño de esto es que cuando los maestros le preguntaban algo relacionado a la temática de la clase ocurría algo curioso.

Ante cada pregunta, podía verse al cuervo acercar su pico a la oreja de Ciara, como si estuviera susurrándole, y ella asentía. De inmediato Ciara contestaba la pregunta. Y como solía andar sola durante los recesos, ya que ninguna chica quería ser su amiga, muchos relatan haberla escuchado hablar con el cuervo. Hay quienes también dicen que como casi nunca se despegaban, el cuervo y ella eran un solo ser.

Las jóvenes cazadoras ya habían seguido la trayectoria de Ciara de la escuela a la casa. Un día en que tuvieron actividades extracurriculares y que salieron casi al anochecer decidieron seguirla para matarla. Ella acostumbraba a cruzar el bosque para llegar hasta su casa. De pronto el cuervo empezó a graznar muy fuerte.

— ¿Qué te pasa amigo?   —le dijo ella al cuervo, y volteó a mirar.

—Hoy será la muerte de la hija de la reina de las Brujas —dijo Emily, en tono triunfalista.

La confianza y arrogancia que mostraban las chicas con Ciara —que era la misma de sus padres— rayaba casi en lo grotesco. Si bien la joven bruja parecía indefensa, los cazadores sabían en realidad poco de ella, y lo que sabían era solo un rumor poco fehaciente. Parecían no tener ni un ápice de miedo.

— ¿Qué es lo que quieren? —contesto Ciara, encogiendo los puños.

—Venimos por ti —exclamó Emily

—Y no pienses que te tememos por llevar en el hombro un horrible y malicioso cuervo— aclaró Beatriz.

—Los cuervos no son aquello que se ha divulgado de ellos —respondió Ciara, como si el comentario de Beatriz se hubiera referido a su propia familia—. Son muy inteligentes y pueden ser muy amables con quienes se lo merecen. No se comen los ojos a menos de que estés muerta. Son leales con quienes los domestican, pero también muy crueles si se presenta la ocasión.

Nadie en el pueblo pensaba lo mismo de aquellas aves. Culturalmente, el cuervo tenía el estigma de ser la figura más simbólica del mal. Su presencia era percibida como la antesala de tragedias, pestes y calamidades. Son difíciles de domesticar. Peligrosos, agresivos, bastante territoriales y muy celosos con su dueño, por ello no toleran otras mascotas y regularmente las atacan.

Haber criado un cuervo desde que es un polluelo no garantiza seguridad. La gente del lugar era temerosa y supersticiosa, la creencia de que los cuervos sacaban los ojos era muy popular, por eso se alejaban rápido cuando veían alguno, incluso había quienes rezaban por tres días seguidos para ahuyentar la mala suerte.

Desde luego, todos sabían que Ciara era hija de una de las brujas más poderosas de la tierra, y no la abordaban directamente más por la presencia del cuervo que por los dudosos poderes de la joven.

Y esa duda que parecía certeza era debido a su excéntrica personalidad, su figura enclenque, escuálida y ese retraimiento social que tanto la caracterizaba. De ahí que el cuervo le otorgaba públicamente una imagen poderosa y amenazante, y por supuesto, siniestra para quienes la veían por ahí.

—No vamos a descansar hasta no haber matado hasta la última de las brujas de este pueblo —dijo Emily, con rabia—. Y ahora es tu turno hija de los cuervos. El bien siempre triunfa.

—El bien y el mal ya no existen como categorías independientes, por lo menos no en esta dimensión. La delgada línea que los separa ha sido permeada por personas como tú que enarbolando una causa es capaz de las atrocidades nunca antes vistas —dijo la joven bruja—. Tu abuelo mató a mi hermano y a pesar de nuestro inmenso dolor, el aquelarre no pretende tomar venganza.

—Tu hermano era un bastardo que se avergonzaba de ustedes, y por eso buscó a mi abuelo.

—No es verdad. Tu abuelo es un demente, no se puede matar en nombre del bien, él…

—Ya me cansé de escucharte —interrumpió. No tienes salida bruja maldita. Te vamos a matar y tu cadáver será devorado por todos los carroñeros de la ciudad, incluido ese animal que llevas en el hombro.

—No estamos en los salones de clase. Me voy a defender si es necesario, si me llegas a tocar un solo pelo te arrepentirás. Así que daré la vuelta y como lo tenía planeado me iré por ese camino a mi casa, y olvidaré las ofensas que has proferido en contra de mi familia y de los cuervos, a quienes tanto amor profeso.

El clan de brujas tenía una clausula, la ley de la bienhechora defensa, todo aquello que se haga en defensa de la integridad física y que no implicaba la muerte del agresor, no conllevaba karma en su descendencia ni en otras vidas; no obstante, también creían que todo el daño que se hace a otro ser viviente, se lo hace también a uno mismo.

Pero aquella noche Ciara estaba tan encolerizada que, la muerte de su hermano, la extraña desaparición de su maestra, el despojo de tierra por parte de los políticos del pueblo, el intento de violación y el continuo acoso de los cazadores de brujas, la habían rebosado emocionalmente.

Entonces Ciara se volteó para irse. Las tres chicas sacaron el extraño aparato que llevaban en sus espaldas, ajustaron un pequeño seguro al costado izquierdo similar a una palanquilla, lo tomaron entre sus manos y dispararon.

Antes de que el fuego la toque, Ciara se elevó por los aires como si algo desde el cielo la hubiera agarrado. Se dio la vuelta. Tenía los brazos alzados en forma de cruz y con las palmas hacía arriba, su larga cabellera revoloteaba como si un huracán la sacudiera, todo su cuerpo parecía transfigurado, no se le veían las pupilas, era como si los ojos estuvieran vacíos. Un aura oscura la rodeaba y parecía protegerla. El cuervo seguía en su hombro con las alas abiertas y graznaba muy fuerte.

—Te lo dije —gritó Ciara, con voz grave, y balanceó los brazos hacia adelante, y al juntarlos una intensa luz negra salió de sus manos, eran cientos y cientos de cuervos que salían desde ella hacia a las jóvenes, que al ser atacadas cayeron al suelo soltando los armas que llevaban en las manos. Los graznidos de los cuervos eran tan fuertes que era imposible escuchar alguna otra cosa.

Los cuervos hirieron sin piedad a las chicas. Las picotearon por todo su cuerpo durante varios minutos. La cantidad de picotazos en la cabeza hizo que perdieran la mitad de su cabello, tenían todas las uñas de las manos y de los pies arrancadas y heridas semiprofundas en el talón de Aquiles.

En la frente los cuervos les habían marcado una letra “C” a punta de picotazos. Quien no hubiese sabido sobre el ataque de las aves pensarían que las marcas que dejaron en sus espaldas se debían a fuetazos producto de un castigo. Contra todo pronóstico, los cuervos no les arrancaron los ojos.

— ¿Ciara qué has hecho?­­ —preguntó la Hechicera Reina cuando supo lo que sucedió.

—Madre, soy digna de tu reprensión. Confieso mi culpa, más no mi arrepentimiento. No voy a tolerar las bajezas de quienes nos odian. No se puede combatir al odio con amor. Ellas me atacaron y yo me defendí.

— ¿Qué dices hija mía?, a pesar de lo que ha pasado veo que no te quedó claro que quien hace daño a otro, también se hace daño a sí mismo.

—Asumo las consecuencias de mis acciones madre. Si lo que se divulga acerca de una posible guerra es verdad, estoy preparada para la guerra.

Las jóvenes estuvieron hospitalizadas por un mes aproximadamente. Personas cercanas a ellas dicen que las familias han divulgado la versión que lo suscitado fue consecuencia de un accidente de automóvil. Y como solo el padre de Emily era un cazador de brujas, juró que la venganza sería despiadada, tanto así que antes de matarlas las vejaría en la plaza de la ciudad.

Con el tiempo las jóvenes cazadoras se recuperaron de las heridas que los cuervos les hicieron aquella noche. El dolor y la sangre en la espalda eran solo un mal recuerdo. El cabello y las uñas les creció, la cicatriz en la frente ya era un poco menos notoria. La lesión en los talones sanó y ellas volvieron a caminar como antes. Las heridas que los cuervos también le propiciaron a Ciara esa noche, sanaron, aunque a ella sí le sacaron los ojos.