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César Monge: el epicentro de la corrupción en Ecuador

La condecoración de César Monge tras su renuncia como Ministro de Gobierno, han generado una polémica sobre el evidente amiguismo con Lasso.

El presidente Guillermo Lasso reconoció que fue una noche de contradicciones sentimentales. No ocultó la nostalgia por la salida de César Monge, quien está delicado de salud ya que padece cáncer de páncreas desde hace un año. Dijo que el ahora exministro “es parte del alma” del actual proyecto político, dice la nota de prensa, publicada en el diario quiteño El Comercio.

César Monge, exministro de Gobierno del tiktócrata (Guillermo Lasso), fue distinguido con una alta condecoración en grado de “gran cruz” por los relevantes servicios prestados durante la campaña electoral y los primeros días de gobierno, porque no se conoce de algún otro “servicio” de relevancia Nacional que lo haya hecho acreedor a tan gran distinción.

Sin embargo, llama la atención las circunstancias en medio de las cuales se decreta entregar la condecoración, pues resulta que el relevante personaje se encuentra aquejado de una enfermedad terminal, que hasta hoy lo mantiene internado en un hospital de Estados Unidos (EEUU), luego de la condecoración, ha sido reemplazado en el ministerio, por obvias razones ya no podía ejercer el cargo para el cual se lo había nombrado.

Días después, y al ser nombrada en su reemplazo la señora Alexandra Vela (joven antigua de la Democracia Popular, que junto con el tiktócrata llevaron el país a la debacle económica que terminó con el éxodo más grande que registra el Ecuador en su vida republicana, el empobrecimiento criminal, la desaparición de la clase media y el enriquecimiento de los banqueros que gozaron de información privilegiada, entre ellos el propio Lasso que se desempeñaba como “Superministro de Economía”), se emite un nuevo decreto presidencial mediante el cual se crea un cargo de “consejero” con un sueldo apreciable y sorprendido el país, ve que el designado para dicho cargo es César Monge.

Es entendible que la amistad que une a César Monge con el Tiktócrata sea el detonante para ambas decisiones, la condecoración y el nombramiento, que en acto “humanitario” pretenden agradecer el comportamiento leal del primero.

Pero dicho agradecimiento es de carácter personal y no tiene que ver con servicios relevantes al Estado, pero conociendo la idiosincrasia ecuatoriana afectiva y sentimental hasta justificamos la condecoración.

Sin embargo, el nombramiento y asignación de un sueldo, en palabras del propio Lasso el día de la posesión del reemplazo de Monge en la cartera de Gobierno: “Por un lado la nostalgia de aceptar la renuncia de un querido amigo, compañero de lucha, un hermano, al que le debo en gran medida estar aquí esta noche frente a ustedes. Pero todos, incluido yo, debemos comprender claramente que él enfrenta la batalla más importante de su vida”.

Siendo así, un hecho relevante de carácter personal del presidente, quien en lugar de otorgar un nombramiento para reingreso al servicio público a una persona, actualmente, incapaz de ejercer cargo alguno por su condición clínica, pudiendo caer incluso en la figura de peculado, por destinar dinero público para pagar un sueldo de un funcionario que evidentemente no puede ejercer dicho cargo.

Cosa diferente sería si acaso el tiktócrata se sienta inclinado fuertemente a agradecer también, a más de la condecoración, de manera económica a su amigo entrañable, podría haberlo contratado como consejero o asesor del presidente o gerente del Banco de Guayaquil, o de cualquiera otra de sus empresas.

Incluso en una de aquellas que tienen sucursal en EEUU, donde actualmente está hospitalizado su amigo, siendo dichas empresas suyas, donde él puede por sí o a través de sus representantes nombrar a quien quiera aunque no trabaje y regalar si es su deseo el dinero de su propiedad.

Lamentable lo que sucede en la vida de César Monge a causa de su enfermedad, pero más lamentable es, que el tiktócrata pague favores políticos a su amigo, aprovechándose de las funciones de presidente y destinando dinero del Estado en una remuneración sin que se verifique la contraprestación del servicio laboral del consejero designado.

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