Agenda laica: una cuestión olvidada por el Gobierno de coalición
La lucha por establecer una agenda laica en España ha transitado en diferentes etapas históricas, en contextos de alta polarización.
La lucha por establecer una agenda laica en España, ha transitado en diferentes etapas históricas, en contextos de alta polémica y polarización respecto al tema. Se trata de una reivindicación histórica que ha sido dejada de lado por el acuerdo de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, donde el tema laico no recibe la atención que amerita en su pragmatismo político.
España ha sido testigo de una dinámica de gobernabilidad relativamente novedosa, todo ello a raíz del pacto suscrito entre el PSOE y UP. Dos visiones ideológicas contrapuestas, pero con un parcial esquema funcional en común.
Sin embargo, dicho pacto aún debe reivindicar el desmontaje del anclaje ideológico que el conservadurismo impone a la sociedad por medio de su ultracatolicismo, el cual actualmente sirve de refugio nostálgico del franquismo infiltrado en la actual estructura del Estado.
Las organizaciones políticas pactantes suscribieron un documento denominado “Coalición Progresista: un nuevo acuerdo para España”, fijando una hoja de ruta para sus acciones programáticas conjuntas.
Se trata de un texto caracterizado por la derogación parcial de los aspectos más perjudiciales de la reforma laboral, protección del medio ambiente, el impulso del sector eléctrico, la protección de la pluriculturalidad, la defensa del feminismo, el ajuste del salario mínimo, la devolución de los bienes expropiados por la dictadura, el diálogo sobre el debate catalán, entre otros.
La direccionalidad política enfocada al tema laicista está totalmente ausente de la praxis que ejecuta la coalición en gobierno. Establecer una agenda laica supone de vital importancia para España, ya que esta permitirá crear las condiciones para que las instituciones religiosas se mantengan al margen y se evite su influencia en la vida pública.
Dichas instituciones teocráticas ameritan ser limitadas, ya que estas pueden ejercer presión sobre la legislación vigente para favorecer sus intereses y extendiendo sus valores a toda la población, no solamente a los fieles seguidores de dicha doctrina, atentando de esta forma con los principios fundamentales de la democracia moderna.
Pero el laicismo no procura la eliminación de todo tipo de fe religiosa, uno de los principios elementales del Estado laico es la libertad de conciencia. Cada persona, en la interioridad de su intimidad, está en la libertad de creer o seguir cualquier tipo de doctrina religiosa.
En la actualidad, la tendencia mundial se encamina a que los países sean aconfesionales o laicos, con la excepción de las naciones árabes que sí que son abiertamente teocráticas. Dentro de estos, el jefe del Estado es también considerado como el líder espiritual del país.
El laicismo, entendiéndose este como la separación entre Estado y religión, tiene su origen tras la Revolución francesa del siglo XVIII. Hasta el momento, religión y Estado se encontraban estrechamente ligados.
En el absolutismo, el rey mantenía el trono por “voluntad divina”. En este sentido, al único ante el que tenía que justificar sus actos y rendir cuentas era ante Dios. Fue la Revolución francesa la encargada de romper con el absolutismo, y la religión pasó a un segundo plano.
España, por ejemplo, es un Estado aconfesional, esto significa que teóricamente, la Iglesia no influye en las decisiones estatales. Sin embargo, sí que puede colaborar con las que considere oportunas, tanto económicamente como en otros aspectos. En un sentido totalmente opuesto, el laicismo busca romper todas las relaciones con las instituciones religiosas y rechaza toda clase de práctica teocrática en el Estado.
Si la agenda de izquierda está llamada a desarticular los parámetros ideológicos que mantienen un sistema lleno de contradicciones, es necesario que esta retome un criterio de acción que procure la consolidación del laicismo en España.
El rupturismo español debe estar acompañado de un proceso de desmontajes de las viejas estructuras ideológicas del sistema político y social, el cual mantiene aún el germen del franquismo y los valores conservadores que este mantenía.
Asimismo, el cambio sistémico implica también la conformación de la Tercera República bajo una configuración plurinacional, cuyo principio político permite aspirar al pleno ejercicio de los derechos de todas las naciones que existen en España, más allá de sus basamentos religiosos.
Al instaurarse un Estado plurinacional, se reconocerían como iguales a todas las nacionalidades que hacen vida dentro de la actual territorialidad española. Todo ello salvaguardando el legítimo derecho a la autodeterminación de todas sus identidades nacionales sin tomar en cuenta el factor religioso.
Por medio de la actual coalición política de izquierdas, existe la posibilidad de aprovechar en sus programas de gobierno la creciente secularización de la sociedad como consecuencia de la poca valoración social de las religiones.
Son diversas las voces dentro de la sociedad que reclaman un cambio de enfoque en el Estado español. En este sentido, las principales organizaciones del laicismo en España reclaman la derogación de los Acuerdos de 1979 con la Santa Sede, y los de 1992 con otras confesiones, como exigencia inexcusable a cumplir por estar incluidas en los programas electorales del PSOE y de Unidas Podemos.
Asimismo, se considera imperativo dar prioridad a la conformación de escuelas públicas y laicas, liberada de todo adoctrinamiento religioso, como manera de superar la desigualdad que genera un sistema educativo de concesiones con el catolicismo financiado por el erario público.
De igual forma, deben ser suprimidos los privilegios económicos y fiscales de la iglesia católica mediante la promulgación de una Ley de Libertad de Conciencia. Todo ello conllevará a la neutralización del avance de aquel fascismo ultracatólico, cuya única propuesta política es la crispación social y la normalización del odio.
Bajo una perspectiva histórica, entre la primera década del siglo XX en España y la primera guerra mundial, se llevan a cabo en el país ibérico una intensa confrontación entre católicos y laicistas, comparable a lo que fue en su momento la confrontación francesa entre ambas facciones.
El contexto de la segunda República, proporciona una interesante vitrina para valorar el alcance, la naturaleza y el tipo del enfrentamiento secularización-catolicismo en España. Se trata de un enfrentamiento radical que apenas deja espacio para la negociación y las posiciones moderadas.
Un tiempo breve y muy acelerado que propicia la radicalización de las posiciones antagónicas que desborda cualquier intento de mediación. En este sentido, la misma agenda republicana de entonces mantenía diferentes proyectos secularizadores.
Por ejemplo, un primer borrador de Constitución, tempranamente descartado, elaborado por el católico liberal Ossorio y Gallardo, dejaba a la Iglesia la posibilidad de insertarse como corporación de derecho público en el nuevo orden republicano.
Por otra parte, el borrador elaborado por la comisión constitucional era mucho más hostil y amenazante para las los intereses de la iglesia católica. Todo ello es muestra de los antecedentes que en la palestra pública ha tenido el laicismo en España, la cual se muestra altamente compatible con un nuevo republicanismo propuesto a la luz del XXI.
Mediante formulas menos impositivas, con un mayor grado de concertación social, se hace viable la materialización de acciones conducentes a la transformación de los esquemas institucionales de España, donde la iglesia aún tiene voz y voto.
Queda de parte de la direccionalidad de las organizaciones políticas de izquierda, adherirse a la emancipadora agenda laicista en procura de los grandes cambios que España y la futura Tercera República merecen.
Esto no debe ser indiferente para una sociedad en constante transformación, y más inclinada en traducir sus dinámicas bajo un enfoque crítico y más antropocentrista, dejando de lado cualquier basamento religioso para su ejercicio de ciudadanía, haciendo palpable una democracia española más humana y espiritualmente menos alienada.