Continúa la agenda de odio de la extrema derecha en España
La derecha, mediante la generalización de un estado de miedo y victimización generado por sus discursos, procura desesperadamente cohesionar a su militancia.
Al igual que otras organizaciones de derecha de Europa, el conservadurismo español constantemente afirma que es víctima de una alianza progresista que quiere destruir los valores familiares y las tradiciones cristianas.
El miedo, instrumentalizado y agitado como un trapo rojo delante de la población, es la forma en la que la derecha espera obtener el suficiente capital político para cumplir sus objetivos. El generalizado estado de miedo y victimización generado por sus discursos es el cemento que busca cohesionar a su militancia.
Mas allá que la derecha proponga una política migratoria más restrictiva, lo verdaderamente alarmante para la sociedad española es que lo haga criminalizando a los inmigrantes con mentiras y fomentando xenofobia, provocando de esta forma ataques de odio.
Dentro de la agenda victimista de la derecha está además la utilización del método del enemigo externo. Durante los últimos años lo han dirigido contra Venezuela, Cuba o cualquier gobierno considerado progresista.
Uno de los temas más recurrentes de la derecha populista consiste en el discurso contra la inmigración. Parten del principio de que estas organizaciones políticas obtienen mejores resultados cuanto mayor es el impacto de la inmigración en el conjunto de la sociedad, sobre todo, al resaltar aquellos elementos extranjeros involucrados en “actos delictivos” que atenten contra el principio de “ley y orden”.
La cultura de la victimización de la derecha española puede observarse durante la misma dictadura de Franco, cuando la justificación de la rebelión militar ante un pretendido estado de caos social y contra la “amenaza roja”, alimentando constantemente en el temor a un golpe comunista, se convirtió en un elemento de encuadramiento cultural que permitió a la derecha cohesionar voluntades para incitar a la movilización electoral y emprender acciones contra la izquierda.
Dentro de esta victimización, los representantes de la derecha española han llegado a catalogar a las políticas públicas dirigidas a luchar contra la violencia hacia la mujer como “liberticidas”, término empleado con deliberación discursiva.
Según la derecha, de esta supuesta conspiración progresista se encontraría el feminismo, los colectivos LGTB, los medios de comunicación con tendencia rupturista, todos ellos objetivos en la cruzada moral conservadora.
En este marco argumentativo, cabe destacar que recientemente la Policía Nacional investiga una agresión homófoba cometida el 6 de septiembre por ocho encapuchados en el centro de Madrid, que grabaron con un cuchillo la palabra “maricón” en un glúteo a la víctima.
El lamentable hecho ocurrió a las cinco de la tarde en un portal del barrio de Malasaña. La víctima, un joven de 20 años, denunció que ocho encapuchados le asaltaron en el portal de su casa, le cortaron el labio y le grabaron la palabra “maricón” con un cuchillo en el glúteo.
El Observatorio contra la LGTBIfobia de Catalunya, junto con el del País Vasco y el de Madrid, han condenado la agresión homófoba y exigieron una condena por parte del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y una investigación de la Delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González.
Al respecto, el colectivo LGTB de Madrid COGAM, así como la asociación Kifkif convocaron a una protesta de calle contra los ataques homófobos, la misma tuvo lugar este sábado 11 de septiembre, a las 19 horas, en la Puerta del Sol de Madrid.
Por otra parte, el portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid y secretario general de la formación ultraderechista, Javier Ortega Smith, ha “condenado” el hecho el martes 7 de septiembre, pero en sus argumentos retóricos ha puesto el acento en la “violencia política” que dice que se ejerce contra su partido y ha vinculado la brutal agresión de Malasaña con la inmigración ilegal, todo ello sin fundamento alguno.
A este respecto, el representante derechista comenta: “Aunque alguno se ruborice y nos llame xenófobos y racistas, porque la violencia tiene una causa directa en estos momentos en España con la entrada masiva de inmigración ilegal. Lo vemos donde esa inmigración ilegal es mayor y se está produciendo violencia por provenientes del Magreb contra mujeres, a quienes obligan a ir a cinco o diez pasos por detrás. Nosotros denunciamos esa violencia“, ha declarado Ortega Smith en una entrevista.
Ante la pregunta si en Vox entienden el ataque en Malasaña como violencia homófoba, el conservador ha contestado que “perfecto, pues lo es y evidentemente hay que denunciarlo, como hay que denunciar que rompieran a una chica los dientes en el Metro hace unos días, a las manadas de jóvenes que agreden a chicas o que peguen una paliza a un chico por quitarle un móvil“.
En este sentido, Ortega Smith tampoco ha desaprovechado la ocasión para hacer campaña en favor de su partido. “Y denunciamos incluso la violencia política de la que pocas veces se habla, como la que está sufriendo este partido político“, añade Smith.
Incluso ha presentado a Vox como una víctima al afirmar: “Ese tipo de violencia, cuando nuestros afiliados sufren agresiones en la calle, o cuando nos atacan en mítines y nos tiran piedras. Eso lo provoca toda esa gente que nos señala permanentemente, que nos victimiza para que a continuación otros nos agredan“, ha afirmado el representante derechista.
Esta tarea de ruptura retórica de la normalidad a través de la difusión de un discurso catastrofista y victimizaste, fue la tarea prioritaria de los portavoces de la derecha durante el franquismo y en épocas posteriores a la transición.
España, es uno de los países europeos donde las tendencias derechistas han tenido más problemas para penetrar en la arena política y ocupar puestos parlamentarios. Durante los comienzos de la “democracia”, la evolución de las organizaciones políticas de derecha en España estuvo marcada por el final del franquismo y la transición política.
En este contexto, el conservadurismo español fue incapaz de adaptarse a la nueva dinámica democrática y a un entorno social, cada vez más distanciado de los valores franquistas. De igual forma, al no tener un liderazgo sólido, estas mismas organizaciones se dividieron, dificultando así su protagonismo en contiendas electorales.