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VOX radicaliza su discurso situándose fuera de la democracia

La derecha representada por PP, Ciudadanos y VOX se ha caracterizado por la implementación constante de tácticas de crispación política

La derecha española representada por PP, Ciudadanos y VOX se ha caracterizado históricamente por la implementación constante de tácticas de crispación política para inocular matrices de opinión que rechazan cualquier posibilidad de progresismo social.

A menudo el conservadurismo español impulsa como propuesta un contexto de conflictividad que dista mucho de los actuales procesos de concertación política promovidos por el gobierno de coalición conformado por el PSOE-UP.

Todo ello ante la ausencia de una agenda pública sistematizada que pueda movilizar voluntades por medio de la razón en vez de la emocionalidad y el rencor. Mediante la tesis “amigo – enemigo”, el conservadurismo español plantea polemizar los diferentes escenarios donde se desenvuelve la izquierda rupturista.

En este sentido, Vox ha presentado su ideario más radical de cara a su acción política para lo que resta del año 2021. Entre los temas que conforman la agenda crispante de la derecha española figura el rechazo discursivo a las comunidades autónomas.

El primero de estos mensajes lo vemos claramente en el escenario tras Santiago Abascal: 52 banderas por 52 provincias españolas, pero ni rastro de las comunidades autónomas. Es decir: provincias sí, comunidades no y las competencias, de vuelta al Estado central.

Esto contrasta con la estrategia seguida por el rupturismo en España por medio de su representación en los partidos de izquierda, la cual destaca la necesidad de reafirmar las alianzas con los factores progresistas regionales históricamente consolidadas.

Todo ello en aras de actuar mancomunadamente en función de objetivos políticos conducentes a la conformación de la República, siendo este modelo de gobierno el más cónsono con la democracia y el desmontaje del viejo Régimen político impuesto.

Este acercamiento con las izquierdas regionales debe determinar los parámetros fundamentales para el reconocimiento de la igualdad entre todas las nacionalidades que hacen vida en España, tales como los gallegos, vascos, andaluces, por citar algunos ejemplos de la plurinacionalidad del territorio español.

Por otra parte, el conservadurismo español en el marco de su agenda política de confrontación promueve también en su discurso el desprecio a la Unión Europea. Si por abajo Vox quiere borrar a las comunidades, por arriba el partido de extrema derecha desprecia a la Unión Europea. Abascal llegó a hablar de “talibanes europeos” en su discurso.

En este sentido, el líder de Vox, Santiago Abascal, junto al primer ministro húngaro, Viktor Orban; la presidenta de Rassemblement National, Marine Le Pen; y el líder de la Liga, Matteo Salvini, han suscrito una declaración conjunta sobre el Futuro de Europa en la que rechazan el proceso de federalización que, a juicio de los conservadores, busca imponer en la Unión Europa.

La derecha acusa a la Unión Europea de querer “transformar las instituciones europeas en órganos que prevalezcan sobre las instituciones constitucionales nacionales”. Esta declaración, también fue firmada por el expresidente polaco y del Pis, Lech Kaczynski, y la líder de Fratelli d’Italia, Goigia Meloni.

Los promotores de este documento rechazan la Conferencia sobre el Futuro de Europa porque busca “ampliar las competencias de las instituciones comunitarias y su capacidad de control sobre la soberanía de los Estados miembros“.

Se trata de un discurso conservador que resulta ambiguo y contradictorio, entendiendo que desde hace décadas la Unión Europea ha entregado la soberanía de sus países miembros tras la instauración de una moneda única, así como de medidas neoliberales, cosa que no parece molestar a la derecha.

Asimismo, los ataques políticos de la derecha van dirigidos también contra la Agenda 2030. Para la ultraderecha, la Agenda 2030, en palabras de Abascal, “se trata de promover la inmigración masiva, se trata de promover la ideología de género, se trata de promover una nueva religión que es la religión climática“.

La derecha habla de ética y ciudadanía cuando se deshumaniza al inmigrante y se trasgrede la autodeterminación de cada persona de definir libremente su propia orientación sexual, derecho que por cierto, está en pleno debate por iniciativas como la de Orban en Hungría, donde se ha promulgado ya una ley que limita la difusión de contenido LGTBI entre menores de edad.

Otra línea discursiva de la derecha, especial de Vox, va dirigido contra los más vulnerables, los menores que no han nacido en España. “¿Dónde tiene que estar un menor? En su familia, con sus padres, no en casa de ninguna de esas progres comunistas que dicen “mis niños”. No son tus niños, son los niños de otro“, llegó a decir Abascal.

La eutanasia y el suicidio como sinónimos, ha sido también abordados por los discursos de odio de Vox. La referida tolda derechista parte de que la eutanasia y el suicido son lo mismo, Abascal concluye que el Gobierno de Pedro Sánchez promueve el suicidio y llega a afirmar que el Ejecutivo tiene una “fijación con la muerte violenta“.

No cabe duda que el contexto cultural, es un aspecto clave para explicar el surgimiento de los partidos populistas de extrema derecha. Por una parte, la aceptación del marco ideológico de una aparente “nueva derecha” camuflada en propuestas de organizaciones verdes, puede propiciar un crecimiento de estos grupos políticos.

Por otra parte, un contexto de conflictividad o un pasado muy relacionado con periodos autoritarios o fascistas dificulta extremadamente su implantación, como sería el caso de Alemania o España.

El incipiente auge de los partidos populistas de derecha radical puede ser considerado una suerte de anomalía social que transmite a muchos ciudadanos una sensación creciente de inseguridad ante el presente y el futuro.

Asimismo, los procesos de globalización han condicionado profundos cambios en las estructuras de los mercados y en las relaciones laborales de las empresas con la clase obrera. De igual forma, el contexto pandémico, la introducción de nuevas variables económica y sociales, hacen más difícil el crecimiento económico, así como una calidad de vida optima.

Tal situación genera un estado de incertidumbre constante en la población, incitando a las manifestaciones más instintivas y básicas del colectivo social, tales como el miedo, el odio, la venganza, las cuales son aprovechados por la línea discursiva de la derecha.

En este sentido, los partidos populistas y radicales de derecha han sido especialmente hábiles para captar franjas electorales a partir de la recuperación de los valores tradicionales y del valor simbólico del nacionalismo cultural heredado del franquismo.

Si bien en España, la llamada transición no supuso un cambio sustancial con relación al franquismo, la derecha aún cuenta con una serie de estigmas dentro de la sociedad que bloquea la emergencia de los partidos conservadores.

El reformismo promovido por la monarquía, las élites económicas y los principales partidos políticos de la época, no fue más que una simple reforma del pasado franquista con el objetivo de hacerlo compatible con un sistema democrático que fuera homologable con los vecinos europeos.