Ad Reinhardt
“El arte es arte… y lo demás, todo lo demás”
En la Fundación March, de Madrid.
Lástima que no podamos evitar un rictus amargo cada vez que venimos a estas salas al no poder olvidar, mal que nos pese, sus tenebrosos orígenes; el banquero que financió el vuelo del avión que posibilitó el que Franco iniciase nuestra sangrienta guerra civil que ocasionó un millón de muertos, y que también se vio involucrado en numerosos chanchullos (conocida es la anécdota que pensamos verídica, y que se contaba en la escuela, por la que el personaje desembarcó en un puerto miles de zapatos del pie izquierdo, por cuyo desembarco no cotizó nada en la aduana, y que por si solos no tenían ningún valor. Un mes después repitió la operación con el otro par, suponemos que en otro puerto).
Pero seamos positivos, aunque la historia no puede cambiarse, y pasará a la misma como lo que fue, y aquello nada ni nadie puede justificarlo, ni cambiarlo, ni arreglarlo, justo y honesto es reconocer la importancia de esta Fundación y la enorme labor cultural que están haciendo.
Sirva pues de penitencia que no de absolución, porque desde luego creemos que el abuelito no fue una buena persona.
Hay que agradecer y decir también en su favor que tienen un magnifico museo en Cuenca, donde podemos disfrutar hoy de la mejor colección mundial del Grupo de Cuenca (Sempere, Saura- el hermano pintor del famoso director- Rueda, Torner, Zobel), y otro en Palma de Mallorca que lamento no conocer.
Y que en una ciudad como Madrid, en la que afortunadamente nos es dado disfrutar cada año de algunas muestras sin parangón, en competencia nada menos que el Prado, el Reina Sofía, el Thyssen, y porque no decirlo, también Caixaforum, han logrado algunas exposiciones extraordinarias, recuerdo ahora mismo las inolvidables de mis pintores favoritos entre los más cercanos en el tiempo: Hockney y Aleksandr Aleksándrovich Deineka.
Y por si fuera poco, esta Fundación alberga unas magnificas instalaciones que les permiten programar (acertadamente), unos interesantes ciclos de conferencias con eminentes ponentes, unos conciertos dignísimos, y unos ciclos cinematográficos también interesantísimos. Quede pues reconocida por mi parte su magnífica labor.
Muchas gracias por todo ello, por lo amablemente que nos trataron y por el cuidado dossier de prensa que nos facilitaron.
Y a lo que vamos, que me enrollo: Ad Reinhardt.
Vaya tipo interesante, y no muy conocido en Europa. Un americano, valiente, coherente, y dotado de esa chispa y esa voluntad que hace que algunos individuos sobresalgan del resto y con su ejemplo, marquen un camino. Inspirador del minimalismo.
Este principio nos suena a Juan Gris y a Kandinsky, pero está muy trabajado, como todo lo que este hombre hizo (ved a lado el dibujo preparatorio), claramente influenciado en su obra posterior por Paul Klee y sobre todo, por Piet Mondrian.
Fantástica su preocupación por la mezcla de colores, con ese difuminado suyo, tan dulce y tan característico, fruto de su estudio y viajes por Asia y la cultura islámica (sus series “alfombras orientales”, y las de “pergaminos chinos”).
Genial la combinación de colores; el sueño de un diseñador.
No es un monocromo (eso sería lo fácil); fijaos bien
¡Cómo se puede lograr esto pintando al oleo! Os lo acerco un poquito.
Y sobre todo sus “pinturas negras”, como yo las llamo, que propiciaron su reconocimiento mundial y a las que dedicó los últimos años de su corta vida (nos dejó apenas iniciada la cincuentena).
“Hay algo misterioso, incluso místico, en los lienzos negros cuadrados de 60 x 60 pulgadas de Ad Reinhardt. Concebidos para la contemplación, se van revelando con el paso del tiempo“, escribe Lynn Zelevansky comisaria de la lograda exposición, junto a Manuel Fontán del Junco y María Toledo, a todos los cuales felicitamos muy sinceramente.
Lo dicho. No puedo imaginar cómo se puede lograr algo así, con algo que como cualquiera que haya intentado alguna vez pintar bien conoce, ensucia tanto como es el color negro, utilizando el óleo. Lograr ese fundido; increíble. Acercaos.
“Lo que quería Reinhardt –dice también Zelevansky– era crear pinturas con las que mantener una relación, que necesitaras pasar tiempo delante de ellas para poder apreciarlas. Ese reto lo consiguió llevar a cabo en las pinturas negras que pintó hacia el final de su carrera, que están en el límite de la visión“.
¡Que lastima que no podáis estar aquí acompañándome!
Es difícil que podáis apreciarlo en las fotos, por más que lo he intentado. Ya que lo siento.
Y aquí dejamos esta primera parte, a continuación veremos (como él decía), todo lo demás.
Salud y trabajo