VOX, de “hijo de puta” a nazis
El partido de Santiago Abascal, mediante anacronismos políticos intenta ganar espacio en una España donde aún existen dolientes del Régimen franquista en los estamentos más conservadores, mismo franquismo que fue muy cercano al régimen de Adolf Hitler.
VOX es tanto en la forma como en el contenido, el más radical de sus pares europeos. Su praxis política fascista se circunscribe a un posicionamiento político-ideológico íntimamente relacionado con el Nazismo, basándose al mismo tiempo en la generación de discursos hostiles que denotan un intento de hacer rutinario el odio.
Las prácticas nazis de Vox se llevan a cabo ante la ausencia de una agenda política que pueda movilizar voluntades por medio de la razón en vez de la emocionalidad y el rencor. La misma justicia española ha recordado en reiteradas ocasiones que llamar “fascista” o “nazi” a un partido forma parte de la libertad de expresión.
Así pues, dicho, termino queda formalmente instituido a la luz del marco jurídico de España para referirse a partidos como VOX o a cualquier elemento que demuestre afinidades con los postulados de esa nefasta ideología política.
La jurisdicción española ha sido clara al respecto, afirma que “Tales expresiones no son imputaciones directas e indubitadas de participación en un delito, son críticas subjetivas a un partido político derivadas de su supuesta ideología que quedan abarcadas por el derecho a la libertad de expresión. No se aprecia que con ello se promueva, incite o fomente el odio contra dicha formación política o contra sus simpatizantes o afiliados”.
Con el fin de ampliar su base electoral, el nazismo practicado por VOX plantea polemizar cada aspecto de la vida social, trayendo la conflictividad como contexto natural para el sustento de sus discursos basados en xenofobia, homofobia, nacionalismo, fanatismo religioso y la promoción de fórmulas neoliberales.
El matonismo y la agenda de crispación son formas de hacer política desfasadas y sin ninguna correspondencia con la sociedad española del siglo XXI. Sin embargo, la ultraderecha mediante anacronismos políticos intenta ganar espacio en una España donde aún existen dolientes del Régimen franquista en los estamentos más conservadores, mismo franquismo que fue muy cercano al régimen de Adolf Hitler.
Tras la aparición de VOX en el escenario político español, se ha reavivado el debate sobre la naturaleza ideológica de la extrema derecha en el país ibérico. Dicha aparición viene concatenada al fenómeno del surgimiento de la actual ultraderecha en Europa por medio de partidos y organizaciones neonazis.
En este sentido, el caso español muestra un conjunto de peculiaridades que lo han definido como una excepción a la actual tendencia derechista en el “viejo continente”. La ultraderecha en España opera muy disgregada y presenta poca cohesión política, realidad que busca cambiar Vox por medio de sus métodos fascistas de crispación social.
Hay una serie de elementos que pueden identificarse en la derecha española que pueden dar muestra de una marcada lejanía con los preceptos democráticos históricamente aceptados. En España se evidencia la existencia de formaciones de carácter xenófobo y autoritario que buscan incidir en la vida pública.
Asimismo, desde una concepción más orgánica, la extrema derecha representada por PP, Ciudadanos y VOX muestra un singular tribalismo reaccionario, anti-inmigración y un acentuado “populismo exclusivista”. Conductas perfectamente equiparables a las practicadas en las épocas más obscuras de la Alemania Nazi.
La praxis política de los partidos de la derecha radical con frecuencia rechaza diversos aspectos propios de las democracias como el pluralismo político, las instituciones o la protección de las minorías. Persiguen una hegemonía sin un basamento apegado a las realidades sociales.
Otra característica resaltante de la extrema derecha española, que no solo sería contraria al sistema democrático en su conjunto, sino que sería proclive a perpetrar crímenes de odio y a utilizar métodos violentos como el vandalismo, el acoso a las comunidades de inmigrantes o las agresiones indiscriminadas contra las minorías propias de las bandas neonazis.
Asimismo, como característica distintiva de VOX y el resto de la extrema derecha española también destaca el autoritarismo. La misma se puede definir como la creencia en una sociedad estrictamente ordenada, donde las infracciones a la autoridad tienen que ser severamente castigadas irrespetando el debido proceso al cual todo ciudadano tiene derecho.
De igual forma, existe una categoría la cual forma parte inherente al neonazismo en españa, se trata del nativismo discursivo, esta es una postura ideológica que asume que los Estados deberían de estar habitados exclusivamente por los miembros del grupo nativo. Aquí el concepto de “nación” cobra fuerza para el fascismo en España.
Bajo este argumento, aquellos elementos no-nativos amenazan fundamentalmente al Estado-nación homogéneo. Esto no solamente aplica a individuos, también a ideas que se consideran incompatibles con los cánones sociales cohesionadores.
En el caso español, el partido Vox expresa una marcada ideología nativista basada en la lucha contra los enemigos internos, el cual podría estar representada por su temor a la “amenaza separatista” y contra los enemigos externos, es decir, los globalistas, así como la inmigración, especialmente la musulmana.
De esta forma, el nativismo demostrado por la derecha española, así como sus prácticas autoritarias, son condiciones suficientes para que una organización política sea tildada de derecha radical. Asimismo, más allá de estas dos características pueden presentar otras que son complementarias, tales como: populismo, neoliberalismo, antiparlamentarismo, neonazis, neofascistas, partidos xenófobos autoritarios, partidos xenófobos neoliberales y partidos populistas neoliberales, etc.
Son múltiples los ejemplos de discriminación y fascismo, con en el caso de los llamados “menas“, el acrónimo que se usa con frecuencia en España para referirse a los menores extranjeros no acompañados tutelados por las autoridades públicas al no tener un adulto de referencia en el país.
Una serie de incidentes hicieron de estos menores un arma arrojadiza del debate político y los convirtieron en blanco de protestas, a menudo de corte xenófobo. En el 2019 varios menores resultaron heridos después de que un centro de acogida fuera atacado en el pueblo catalán del Masnou, cercano a Barcelona.
Poco antes, un menor extranjero había sido detenido en la localidad por un intento de agresión sexual. Los atacantes gritaban consignas como “fuera ‘menas’ de nuestros barrios“. También en Rubí, Barcelona, hubo protestas contra la construcción de un centro de acogida de menores.
Asimismo, como “fascismo del siglo XXI” fue catalogado por Unidas Podemos los ataques violentos por parte de empresarios y ganaderos simpatizantes de la derecha al ayuntamiento de Lorca, Murcia. AL respecto VOX, PP y Ciudadanos justificaron los ataques solidarizándose con las razones de los victimarios.
En España, bajo estas prácticas, los sectores más conservadores procuran generar un contexto de conflictividad que dista mucho de los actuales procesos de concertación política promovido por la izquierda. Todo ello es muestra clara del poco apego al legítimo juego democrático.
Esto contrasta con la estrategia seguida por el rupturismo en España por medio de su representación en los partidos de izquierda, la cual destaca la necesidad de reafirmar las alianzas con los factores progresistas regionales históricamente consolidadas.
No ha sido suficiente la transición política de 1978 para neutralizar el conservadurismo franquista y sus actuales replicadores partidistas. Entre todas las contradicciones existentes en el sistema político español, se encuentra la existencia de una derecha que atenta contra el estado de derecho, al mismo tiempo que es participante activo de la instauración de un régimen social de tensión y extrema conflictividad social.