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Vladímir Putin y Joe Biden, la derecha progresista

En los casos de Putin y Biden, cobra especial relevancia la proyección que su pragmatismo político está teniendo en la geopolítica del siglo XXI.

En ocasiones el amplio espectro político se presenta difuso ante el posicionamiento ideológico de factores pertenecientes a la izquierda y la derecha. En el caso de la primera, existen izquierdas “aparentes”, cuya propuesta resulta contradictoria y algunas veces vacía.

Asimismo, existen derechas en apariencia “progresistas” cuando necesitas canalizar alguna medida para congraciarse con algún sector crítico de la sociedad y evitar comprometer la integridad del sistema conservador mediante revoluciones o acciones rupturistas.

En este respecto, podemos hacer referencia a dos líderes en la actualidad que cumplen estas particulares características en sus diferentes contextos políticos. Por un lado, tenemos a Vladímir Putin, cuya praxis política vinculado a los partidos Nuestro Hogar y desde 2008 a Rusia Unida, que corresponde a la tendencia conservadora y nacionalista.

Sin embargo, el presidente ruso presenta un marcado pragmatismo en mantener vigentes elementos simbólico identificativos de las glorias de la Unión Soviética, heredando en el plano internacional a los aliados estratégicos de bloque soviético.

Por otra parte, se encuentra Joe Biden, a sus casi 78 años, representa el tramo final de 48 años de trayectoria en la vida pública. Han sido reconocidos revisionistas de las teorías y prácticas neoliberales, los cuales, lejos de reemplazarlas, buscan perfeccionar su eficacia.

En el caso del mandatario ruso, tras la actual crisis en Ucrania, muchos se han preguntado sobre la posición política-ideológica de Putin, el cual, lleva más de 20 años a la cabeza de Rusia. Ha sido cercano a figuras tan disímiles como Jair Bolsonaro, Nicolás Maduro o el fallecido Hugo Chávez.

Putin ha estado vinculado a los partidos Nuestro Hogar y desde 2008 a Rusia Unida, que corresponde a la tendencia conservadora y nacionalista. Putin fue líder regional del partido Nuestro Hogar – Rusia, una agrupación política, desaparecida, de corte liberal y reformista.

Rusia Unida es el nombre del partido político que respalda al actual presidente de Rusia y se identifica como centralista, nacionalista y conservador. Rusia Unida, el cual ostenta el gobierno con 71 de los 83 distritos federales y tiene más del 75% de la Duma Estatal, copa prácticamente toda la política rusa.

El referido partido es considerado por algunos analistas como “big tent” o “catch-all party” (escoba o atrapalotodo) debido a su carencia de identificación ideológica, sus diferentes corrientes internas y su descomedido uso del populismo.

En Rusia, organizaciones de extrema derecha no faltan. Sin embargo, todas han apoyado de un modo u otro los sucesivos gobiernos de Putin. En cuanto a partidos políticos derechistas, hay dos principales: el Partido Liberal-Demócrata de Rusia y Rodina, este último ha tenido problemas por su antisemitismo y llegó a firmar en 2005 una petición para expulsar a los judíos del país.

Putin, al convertirse en Presidente de la Federación Rusa luego de ganar las elecciones con el 52,99% de las preferencias, llevó adelante diversas reformas legales, tributarias y de reorganización político territorial. Asimismo, profundizó la apertura hacia nuevos mercados y la privatización, sin embargo, también devolvió al control estatal algunas empresas controladas por la oligarquía.

En el plano social, Putin se ha posicionado como un político que promueve abiertamente la homofobia. En 2013 se aprobó una ley que prohibía difundir información sobre las relaciones homosexuales, esto incluye las manifestaciones públicas. De hecho, el desfile del Orgullo Gay en 2014 fue duramente reprimido.

En función de estas aspiraciones y pragmatismo político, Putin recuperó las áreas que históricamente habían sido estratégicas para la antigua URSS. Uno de esos enclaves fue América Latina, quien vio como la influencia de Moscú se redujo significativamente tras la disolución de la URSS y como fue ganando peso con la llegada de Putin al Kremlin.

Aún cuando Putin dentro de las fronteras de Rusia parece enmarcarse en el conservadurismo junto a evidentes matices de reformismo de Estado, en el ámbito internacional, no ha tenido problemas al relacionarse con partidos y Estados circunscritos a la izquierda política.

De igual forma, su homologo estadounidense Joe Biden muestra una notoria ambigüedad proyectiva de su posicionamiento ideológico. Sin embargo, sus acciones aparentemente progresistas en algunos escenarios delatan una clara inclinación neoliberal.

Tras las últimas elecciones presidenciales en los Estados Unidos (EEUU), los medios de comunicación y algunas personalidades políticas de la izquierda han demostrado una peligrosa tendencia en tomar como referente tanto político como pragmático a Joe Biden, asumiéndolo como alguien perteneciente al espectro político izquierdista.

Durante las primarias demócratas, los rivales de Biden presentaron al exvicepresidente como un centrista con ideas anticuadas en comparación con los candidatos más progresistas que participaban en la carrera electoral.

La contienda de Joe Biden por la presidencia de EEUU, la ha llevado a cabo a sus casi 78 años, representa el tramo final de 48 años de trayectoria en la vida pública. Es considerado un político con mucha experiencia, visibilizando aún más su perfil tras su desempeño como vicepresidente durante el gobierno de Barack Obama.

Durante la campaña presidencial ha pasado a ser para sus oponentes políticos “un instrumento desafortunado de la extrema izquierda”. Como puede apreciarse, el lugar que ocupa en el espectro político es relativo.

En este sentido, Biden siempre parecerá moderado si se lo compara con el demócrata socialista Bernie Sanders. Y en otro caso, cualquier candidato demócrata estaría muy a la izquierda de un republicano conservador como el expresidente Donald Trump.

La actual gestión de Biden no pide una revisión sistémica que apoya el ala “progresista” del partido. Incluso ha rechazado en varias ocasiones el Medicare para todos, el “New Deal” ecológico y, más recientemente, la desfinanciación de la policía.

Biden, durante la administración de Obama, se involucró activamente en asuntos de guerra, así como en temas internacionales y domésticos como el control de armas y la política fiscal. También fue uno de los mayores propulsores en el Senado de abogar por las Relaciones Exteriores de Estados Unidos, destacando su rol ante proyectos de protección interno ante amenazas terroristas internacionales.

Es precisamente en este aspecto donde dio su apoyo en 2001 a la invasión a Afganistán y en 2003. Asimismo, vio con buenos ojo la disposición del presidente George W. Bush de enviar tropas a Irak.

De igual forma, durante la administración Bush, apoyó ampliar los recortes de impuestos a las empresas, además de defender el rescate financiero de Wall Street en 2008. Es en la economía donde los demócratas tienen una especial incidencia. A pesar de su autodefinición de “Liberal” o “progresista”, no están divorciados de las fórmulas neoliberales.

En estas circunstancias, todo apunta a que la principal línea de fractura entre la administración que lidera Biden y la que lideró Obama va a ser la política internacional y, sobre todo, su vertiente económica, aunque manteniendo puentes continuistas en sus fundamentos neoliberales. Es decir, la gestión de la globalización económica a imagen y semejanza de la dinámica estadounidense.

Con los casos de Putin y Biden, cobra especial relevancia la proyección que su pragmatismo político está teniendo en el siglo XXI, donde los fundamentos políticos ya no se encuentran condicionados por el factor ideológico sino por el comunicacional y sociológico, donde se diluye la diferenciación entre la izquierda y la derecha, aunque en esencia su práctica sea fundamentalmente de derecha.