El desafío de la extrema derecha y la construcción de una nueva narrativa
En definitiva, debemos construir una nueva narrativa, basada en la realidad cotidiana de las personas de verdad.
Ya hace tiempo que vemos el creciente papel que la extrema derecha está jugando en la agenda política, económica y social, no sólo española o europea, sino mundial. Los diferentes movimientos de extrema derecha se han extendido a casi cualquier sociedad democrática (más o menos democrática) de forma que apenas podemos encontrar un país en el que esos movimientos no marquen, de una manera más o menos intensa, esa agenda.
En España hemos visto, este mismo fin de semana, a los señoritos, los Cayetanos, manifestarse disfrazados de representantes del “mundo rural”… es decir, lo que ellos entienden como el “mundo rural”, con caballos, cazadores, latifundistas, defensores de los toros, la fiesta y jolgorio, muy alejados de las auténticas reivindicaciones de ese “mundo rural” que pretenden defender. También lo estamos viendo en la “huelga” (en realidad, paro patronal) de los camioneros, que se ha convertido en una nueva plataforma de exhibición de la extrema derecha, nuevamente amparándose en la defensa de la “gente común”. En este contexto de crisis social, económica y política se ha creado una “tormenta perfecta” para el surgimiento de la extrema derecha.
A pesar de lo que nos pueda parecer, porque hace poco que este fenómeno ha triunfado en España, especialmente después de la entrada de VOX en las instituciones del estado, el ascenso de la extrema derecha ha sido una constante desde hace tiempo, pero que se ha acelerado en la última década, alcanzando su mayor auge desde los años 1930. Además, ha adoptado tácticas nuevas, formas muy diferentes y diversas. Por eso no ha dejado de ser una amenaza real para nuestra democracia y las instituciones en las que se encuentra representada.
Ha logrado adaptar su discurso para que se encuadre bien, desde los ataques callejeros y las movilizaciones violentas y “espontáneas” hasta las plataformas públicas que les ofrece su presencia en las instituciones. Desde todos esos ámbitos usan la xenofobia, la islamofobia, el antisemitismo, el racismo, el machismo o la homofobia para vomitar su odio y fomentar el miedo, para enfrentarnos a unos contra otros, para hacer aparecer la figura del “otro”, el que no se ajusta a sus “virtudes” y que es el culpable de todos nuestros problemas. Ese mismo discurso sirve para atacar a todo el que se opone a su discurso: atacan a la izquierda, a los sindicalistas, a los derechos y libertades, a los que no son como ellos. El ejemplo más claro, polémico y preocupante es el constante ataque a los derechos de las mujeres, su feroz y rabioso antifeminismo, que les lleva a definir un nuevo “feminismo” esperpéntico.
Este proceso de extensión se ha visto fomentado por diversos factores internacionales, aunque fue el triunfo de Donald Trump el que dio un importante impulso, permitiendo una mayor internacionalización de sus relaciones, mejorar su financiación y organización. Y, aunque Trump se ha ido, el trumpismo se ha quedado. Igual que en España se fue Franco, pero nos quedó el franquismo.
En este marco, la extrema derecha ha aprendido utilizar las nuevas armas que tiene a su alcance: las noticias falsas, la negación de los hechos que no les interesan, especialmente en lo relacionado con la pandemia. Su creciente orientación hacia la confrontación violenta, con un lenguaje guerracivilista y una puesta en escena casi paramilitar. La crisis social y económica provocada por la pandemia les ha servido como un arma para defender sus propios intereses políticos, explotándola para ampliar su base social y política entre aquellos más desfavorecidos y vulnerables. A pesar de que sus mentiras queden rápidamente en evidencia, si se acude a la hemeroteca o a los medios de comunicación menos “contaminados”, su discurso de exclusión y odio está calando en la sociedad.
A esto se une la interesada y rastrera actuación de los partidos de la derecha extrema, especialmente PP, que no tiene ningún reparo en mantenerse dominando las poltronas a base de pactar con la extrema derecha. Sin que les tiemble el pulso (y mucho menos, sin sentir repulsa), han buscado pactos para seguir controlando algunas comunidades autónomas (la última la de Castilla y León). Y pocos tenemos dudas de que, llegado el caso, también pactarán para llegar al gobierno del estado. A eso se ha añadido el hecho de que ha sabido asumir una parte del discurso más radicalizado de la extrema derecha, haciéndolo suyo sin ninguna vergüenza, a pesar de sus aspectos más antidemocráticos.
También hemos encontrado algunas victorias, limitadas, cuando la sociedad aún sigue manteniendo sus movilizaciones para defender unas visiones diferentes de la sociedad. Para vencer el odio, el miedo, y se manifiesta en contra de la extensión de esa lacra. Victorias gracias a aquellos que se levantan y gritan contra sus discursos y las mentiras de sus dirigentes, las falacias de sus voceros, los engaños de sus campañas. Y debe ser en estos ámbitos que debemos construir una alternativa a esos discursos, a esos movimientos.
Porque es urgente, cada vez más, abordar estas cuestiones, abordar el análisis del problema y organizarnos para luchar, para derrotar a la extrema derecha. Debemos buscar una respuesta de izquierda, que sirva para contraatacar. Debemos construir movimientos, a través del trabajo de base y la unidad en la acción, la solidaridad y la coordinación internacional, la acción sindical efectiva, etc.
En definitiva, debemos construir una nueva narrativa, basada en la realidad cotidiana de las personas de verdad, no de los Cayetanos, que sirva para impulsar una sociedad diferente, donde no haya espacio para el fascismo, en ninguna de sus formas, en ninguno de sus discursos. Esa nueva narrativa debe enfrentarse a la manipulación mediática y las crisis fomentadas por la extrema derecha, reforzando la movilización social, a escala internacional, que sirva también para compartir las buenas experiencias, las pequeñas victorias de las luchas sociales, los movimientos de lucha contra la extrema derecha.
Esta nueva narrativa servirá para fortalecer y desarrollar la unidad de la izquierda, pero también a todos los movimientos progresistas europeos, que permita trabajar juntos para construir una sociedad en la que no haya espacio para el fascismo.