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Jorge Eliecer Gaitán, la centralidad de la memoria  

Centro de Bogotá, 9 de abril de 1948. Un hombre sale como de costumbre de su oficina. Minutos después es baleado a plena luz del día. Tres serán los disparos recibidos por quien probablemente se convertiría en el primer presidente revolucionario de Colombia.

Jorge Eliecer Gaitán, La centralidad de la memoria.

Centro de Bogotá, 9 de abril de 1948. Un hombre sale como de costumbre de su oficina. Minutos después es baleado a plena luz del día. Tres serán  los disparos  recibidos por quien probablemente se convertiría en el primer presidente revolucionario de Colombia. Su nombre: Jorge Eliecer Gaitán.

Este año, se conmemoran 73 años  de dos acontecimientos que hicieron las veces de punto de quiebre de la historia colombiana: el asesinato de Gaitán, uno de esos hombres imborrables del continente y con él; el alzamiento de una ciudad, El bogotazo, preludio de luchas y violencias intestinas marcadas por el oprobio y a contracara la fuerza y constancia del país granadino.

El Hombre

Conocido como El negro, así también era llamado Gaitán por sus afectos y en la vida política de este país sudamericano. Nació un 23 de enero de 1903 en  la ciudad de Bogotá, de madre maestra y padre librero, crecería en un ambiente de extracción popular que le permitiría imprimir en su memoria e imaginario, las condiciones adversas y los determinantes de una pobreza desoladora como era la de la Colombia de principios del siglo XX.

El cieno biográfico que acunó al hombre político, le hizo establecer a Gaitán vínculos profundos con la lectura, las artes y la oratoria. En esto último, es considerado uno de los mejores del continente por sus enérgicos y esclarecedores discursos a casa llena. Sus disertaciones traerían ideas novedosas y a contra vía, llenas de propuestas de carácter popular que chocaban claramente con las de su partido.

Las ideas fuerza de Gaitán, descansan sobre la base de la necesaria reconstitución de la política con P mayúscula, la moral, la convocatoria a brazos abiertos de los distintos sectores diversos de la Colombia en vías de modernización y la rural, el desfase entre los dirigentes y la gente común, el patriotismo, entre otras líneas de acción.

Dentro de las propuestas transformadoras de su programa, estaba principalmente la construcción de la arquitectura necesaria para instaurar la democracia directa como forma de gobierno. Ahí se incluían temas importantes como la participación, los servicios públicos, la reforma agraria, entre otros; en esencia sus promesas de futuro. Planteaba remozar los asuntos del Estado y su interrelación con la gente, con el pueblo organizado.

La democracia directa, elemento simbólico con un importante peso específico en el pensamiento y acción del político, lamentablemente, sirvió también como eje vertebrador de sus enemigos.

La Ciudad

El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, como pocos hechos en la historia latinoamericana, ha transformado en sí mismo el sentido y el cuerpo social de una ciudad. Los mitos urbanos urdidos al calor de los diferentes testimonios y hallazgos, convierten a este momento histórico en una figura poliédrica entre la realidad, el interés del poder y la mirada popular.

Algunos especialistas de la  historia Colombiana, afirman que los destrozos de ese día son épicos y las cicatrices dejadas en la piel de la ciudad, infinitas e infames. Para otros, muy por el contrario, los objetivos incendiados y destronados de ese día respondían claramente a la ruptura de lo establecido; siendo principalmente edificios simbólicamente entrelazados con el poder como el Palacio de justicia, Sede episcopal o  La Salle.

Lo absolutamente real en el espacio y tiempo es el origen  de los acontecimientos. La muerte de Gaitán en manos de Juan Roa Sierra, desencadena una serie de acciones callejeras que se inician con el brutal linchamiento del asesino.

Esta violencia traída por la muerte del líder, en maridaje con la reacción del Estado; decantó en una masacre  creída encubierta en el cementerio central de la ciudad y una fosa común.

Hoy

La permanencia de Gaitán en la memoria de los colombianos, bebe hoy de una nueva posibilidad. Los años de violencia, sellados por cantidades innumerables de desaparecidos, asesinados, desmovilizados; se traducen en una necesidad sentida, cambiar telúricamente los destinos de un país, atrapado en las fauces del capitalismo internacional y una burguesía que le parasita satelitalmente.

La vigencia de las ideas y propuestas de Jorge Eliecer Gaitán, se hacen carne también en las aspiraciones del pacto histórico, en los hombres y mujeres que hoy día habitan bajo la esperanza de una Colombia de iguales, en paz. Como se dijo en escritos anteriores, la diversidad y la nueva rostralidad en su política así lo señalan.