La menstruación: lo personal también es político
Sobre la menstruación hay muchos mitos que no tienen ni pies ni cabeza, pero lo cierto es que se debe informar y educar al respecto.
Aunque la menstruación es un tema que está más que “trillado”, aún continúa siendo un tabú en diversas sociedades, y en otras todavía mantiene muy arraigados ciertos mitos que afectan a todas las mujeres en su cotidianidad.
Si bien tienen una importante mayúscula en la vida de todas las que atraviesan por este proceso fisiológico, los mitos alrededor de ella existen en la mayoría de las culturas y tienden a ser motivo de conflictos, problemas, incluso perpetuando desigualdades que le impiden a la mujer desarrollarse de manera integral.
Según la información compartida por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el problema con las creencias falsas sobre el tema es que provoca exclusión y limitan la libertad de mujeres, las cuales se ven desfavorecidas en muchos de sus derechos que son los que aseguran una vida digna. Entre ellos los sexuales y productivos, el derecho a la salud, la educación, el trabajo y otros.
Hay que hablar de ello en público
En épocas pasadas era mal visto que se abordara ese tema en público, o que se conversara de ello con hombres, porque suponía un motivo de vergüenza, alimentando aún más los mitos sobre la menstruación y creando más conductas o frases machistas que las generaciones fueron asimilando.
Como no se habla de ello, ni se recibe la suficiente educación sobre el tema, las personas permanecen desinformadas y esto afecta principalmente a las féminas que están entrando en esa etapa tan “caótica” de sus vidas, por ello la información es escasa y, en ocasiones, basada en creencias extendidas del boca a boca y sin evidencia científica.
También es preciso destacar el hecho de que en muchos programas académicos cuando se imparten charlas y clases sobre temas relacionados con la salud, si bien se habla de la reproducción, de los métodos anticonceptivos (con mucha suerte), pero la regla es completamente ignorada.
En la mayoría de los países desarrollados en occidente, se ha empezado un camino para visibilizar la importancia de la educación sexual y cada vez está más normalizado hablar sobre la regla y los problemas de salud relacionados con el período, pero sigue siendo un proyecto que necesita ser tomado como una prioridad debido a las grandes consecuencias que su desconocimiento implica.
Aunado a eso, en otros países todavía permanecen prácticas arcaicas, sanguinarias y peligrosas relacionadas con la menstruación. Y en casos “más inofensivos” como el Chapudi en Nepal, que obliga a las mujeres a segregarse, dormir fuera de su casa y evitar la convivencia con hombres y animales durante su menstruación, debido a la creencia de que la sangre es peligrosa o sucia.
El peor mito de todos: la menstruación indica que las niñas están listas para el matrimonio, las relaciones sexuales y el embarazo
En muchos lugares del mundo la menarquía o primera menstruación de una niña se considera señal de que está lista para el matrimonio, la actividad sexual y el parto, porque son símbolos de supuesta “madurez sexual”, lo cual es un concepto completamente errado que debería abolirse.
Este tipo de creencias populares han provocado que las niñas sean más vulnerables a abusos, como el matrimonio y embarazo infantil y adolescente, situaciones contra las cuales se lucha diariamente, con el objetivo de asegurar el bienestar de todas las niñas y mujeres sin importar su raza, etnia, religión o clase social.
Diversos profesionales dentro de esta área explican que si bien menstruación es señal de fertilidad biológica, no significa que las niñas hayan alcanzado la madurez mental, emocional, psicológica o física. En casos raros, la menarquia puede tener lugar antes de que una niña alcance los 7 u 8 años. Incluso las adolescentes mayores pueden no ser suficientemente maduras para hacer elecciones informadas sobre el matrimonio, la actividad sexual o la maternidad.
Desigualdad económica y la menstruación
Como la mayoría de los bienes manufacturados, los productos de uso menstrual (compresas desechables y de tela, tampones, copas y discos, ropa interior absorbente, esponjas marinas, analgésicos, entre otros…) tienen un costo y esto obliga a las mujeres a incurrir en un gasto que no existe para quienes no menstrúan. De ahí que se habla de una pobreza menstrual y de discriminación económica.
La menstruación ha tenido históricamente un papel recluido al mundo de lo privado y lo individual, hasta que la mirada feminista lo lanzó hacia el centro de la escena: socializarlo, discutirlo, informar al respecto y asimilar la idea de que lo personal también es político.
Por ello, esto no solo debe ser visto desde una perspectiva sanitaria y biológica, sino también económica porque para muchas niñas, adolescentes y mujeres es casi imposible acceder a este tipo de productos que son esenciales para el tratamiento de las menstruaciones debido a sus bajos ingresos, dejándolas en un estado mucho más vulnerable.