El debate sobre la disforia de género
Anteriormente, la disforia de género era presentada como una enfermedad mental. En la actualidad, esa idea está bajo discusión.
Al establecer diferencias entre la orientación sexual y la identidad de género, es más sencillo entender qué implica la disforia de género. Por cierto, se trata de un término acuñado por Norman Folk en 1974.
Este tenía el objetivo de transformar la entidad clínica conocida hasta el momento en el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM). Esta es una guía ampliamente utilizada en Estados Unidos para el diagnóstico de los trastornos de salud mental, como el transexualismo.
En la actualidad se está hablando mucho sobre este tema, pero lo cierto es que el proceso de cambio de sexo requiere profesionales especializados y tener un riguroso seguimiento.
Según el Dr. Harry Benjamin, un endocrinólogo y sexólogo, el proceso comienza con la aceptación individual de lo que se quiere. Luego, viene la terapia hormonal y la reasignación sexual.
Por lo general se vive un año (antes eran dos) en el sexo que se quiere, además de dos en psicoterapia. Esto implica cambio de identidad, análisis de las causas y motivaciones de tipo sexual, un estatus social diferente y análisis de la situación familiar.
Benjamin, como pionero en el reconocimiento de la transexualidad y el desarrollo de intervenciones médicas para personas transexuales y transgénero, también habló de la disforia de género. Por supuesto, esclareció que esto no puede ser catalogado como una “enfermedad”.
¿Qué es la disforia de género?
Desde la perspectiva de diferentes expertos, alude a la sensación de incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer, o de las características físicas relacionadas con el sexo.
Anteriormente, era conocida como trastorno de identidad de género. Se definía como “el malestar emocional que siente un paciente debido a la incongruencia entre su género experimentado y el género que le fue asignado al nacer”.
Es decir, que hay un conflicto interno continuo entre identidad de género e identidad sexual. Lo cierto es que cuando se hablaba sobre el tratamiento para afrontar la disforia del género, se adoptaba un enfoque multidisciplinario (médico y psicológico).
Por otra parte, esto puede comenzar en la infancia y continuar hasta la adolescencia y la edad adulta, así como puede surgir en la adultez de manera repentina. Lo que plantea la teoría, es que puede darse durante la época de la pubertad o mucho más tarde en la vida.
Asimismo, muchos científicos coinciden en que tiene un diagnóstico muy amplio y generalizado a juicio de muchos.
Dentro de este espectro y desde una perspectiva profesional, el propio diagnóstico podría abarcar otras muchas dolencias y factores externos que no se suelen tener en cuenta.
Visión desde las instituciones
Las personas con disforia de género pueden presentar problemas mentales, falta de autoestima, la propia presión social, alcoholismo, abuso de drogas u otras patologías de origen que causan impacto durante los años de desarrollo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha rechazado que la disforia de género sea un trastorno psiquiátrico. En otra perspectiva, es vista como enajenación del individuo en una noción descartada por la psiquiatría y psicopatología actual.
Mientras, el Comisario Europeo de Derechos Humanos, Thomas Hammarberg, pidió la desclasificación de la denominada disforia de género como enfermedad mental. Se ha referido principalmente hacia los organismos médicos internacionales y a los países miembros del Consejo de Europa, incluido España.
El argumento de Hammarberg fue que “mantener el término —que designa a las personas que viven un desacuerdo entre su sexo biológico y su sexo psicológico— en la categoría de trastorno mental, estigmatiza a las personas transgénero y restringe su libertad a la hora de escoger un eventual tratamiento hormonal”.
¿Y las personas que enfrentan esto?
Entre los efectos que suele tener la disforia de género está el sufrimiento emocional significativo. Este afecta al funcionamiento en situaciones sociales, en el trabajo o en la escuela, y en otras áreas de la vida.
Sin embargo, es importante reiterar que este concepto ha ido evolucionando con el paso del tiempo e integrándose más en la sociedad.
Por lo que, en muchos de los casos estudiados, este desajuste puede causar malestar severo, ansiedad, depresión y otros problemas psicológicos.
Ahora, los nuevos movimientos sociales y el “transactivismo” vienen acompañados, según las estadísticas, de un mayor número de personas que se identifican como transgénero, sobre todo entre jóvenes.
En el pasado, cuando se hablaba de disforia de género, el concepto se aplicaba en su gran mayoría a los hombres de mediana edad, pues preferían los estereotipos femeninos a las expectativas de la masculinidad.