Audios y cloacas: “Ferrerasgate”, un ataque a la democracia
Los audios implican y no solo ponen en tela de juicio al director de La Sexta, sino que denigran nuestra democracia al difamar sobre representantes públicos.
Los audios publicados por el periódico digital Crónica Libre, sobre el actual director de La Sexta y presentador, Antonio García Ferreras, con el excomisario José Manuel Villarejo; dejan entrever la idea de que el poder económico, vinculado con el poder mediático por medio de la financiación privada de entidades financieras a diferentes medios de comunicación, están por encima del poder político-público. Esto es un problema, ya que el último debería estar por encima de los otros. Debería ser así porque es el verdaderamente soberano, cuya legitimidad democrática es dada por el pueblo y a las clases sociales gobernadas, hacia los poderes públicos del Estado.
Estos audios no solo atacan a Pablo Iglesias y a Podemos, sino que denigran a nuestro sistema democrático y abandonan el principio de la ética periodística en la labor de la comunicación. Estos intentaban “barrer” a una organización democrática de forma fraudulenta, construyendo pruebas falsas sobre los dirigentes de dicha formación. Más cuando una de las fake news sobre la formación morada se publicaba días antes de las elecciones generales de 2016. En ellas, Podemos e IU junto con las confluencias, conseguían la primera plaza en algunos de los sondeos electorales. En todos se consideraba el gran “sorpasso” al Partido Socialista.
Caso Granadinas
Es el llamado caso Granadinas, por el que Ferreras mostró como culpable a Pablo Iglesias de recibir financiación ilegal de Venezuela hacia su organización. En el caso existía una cúspide triangular de manipulación y divulgación de bulos hacia Podemos, conformado por Antonio García Ferreras, José Manuel Villarejo y Mauricio Casals, aunque falta también la llave: Eduardo Inda, actual director de uno de los periódicos más “cloaqueros” del país.
El mismo periódico, Crónica Libre, publicó nuevos audios que ponían en jaque al presentador. En estos otros audios no atacan a Podemos, sino al actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Tampoco habla con Villarejo, sino con el excomisario Mauricio Casals, al que le dijo: “Mientras que Margarita Robles está absolutamente en nuestro favor y muy bien con nosotros, Pedro Sánchez, coño, a ver si le calzas una hostia”, a lo que respondió: “Muy pronto. Va a sufrir estas dos semanas. Confía en mí”.
Denigración del periodismo
Difaman a políticos y representantes públicos, a la vez que ejercen un acoso periodístico continuo a quienes critiquen o hablen de esos “poderes económicos y mediáticos” del país. Pero les da igual corromper la cultura democrática y la información limpia, si ellos siempre van a quedar impunes.
En el mismo lugar, estos espacios mediáticos reconducen una influencia política hacia la sociedad civil. Esto provoca que la mayoría de la misma tenga un odio visceral al exlíder de Podemos o al propio partido en sí.
Por tanto, no ejercen la labor del periodismo, pues tergiversan la definición convencional de ser periodista. Con ello deshojan la tela democrática y moral que cubre la información veraz al servicio de la ciudadanía. Desprecian el periodismo como ciencia social, vendiendo su base intelectual y su conducta objetiva al mejor postor.
No, como en la vida política, no todos los periodistas son iguales. Aunque, eso sí, los traidores a sus principios y convicciones éticas, ni siquiera deberían considerarse como periodistas. Ferreras e Inda son ejemplos de personalidades que alteraron el orden social y público. Ellos pulverizaron nuestros fundamentos y principios de nuestro Estado social y democrático de Derecho.
Profesionales de verdad
El enigma es que, mientras existen periodistas que cumplen con su función, la mayoría de la población sigue sin escuchar a tales por considerarlos directa o indirectamente como “periodistas independientes” o de pequeños medios. Habría que cuestionarse el porqué son independientes.
Es un deber común hacer frente a los bulos y a la desinformación pública, ejerciendo una fase de reflexión en relación a la visualización de estos contenidos que corrompen, y tergiversan, nuestros conocimientos políticos y culturales.
Por una prensa fundamentada en la transparencia y ética periodística, el periodismo basado en la manipulación nunca se puede considerar como tal. Es más, configura un déficit democrático en la ejemplaridad de la información y la comunicación pública.