Brasil: El doble desafío para Lula da Silva
Ganar y gobernar. Este es el doble desafío al que se enfrenta Lula da Silva, aunque su optimismo y las encuestas le dan como ganador.
Lula no resultó ser el rodillo que dibujaban las encuestas, aunque se impuso. Le aguarda ahora un doble desafío, tanto para ganar como para gobernar, si resulta elegido en la segunda vuelta.
Nadie duda del peso del legendario dirigente de la izquierda brasileña y latinoamericana, frente al monstruo que representa Bolsonaro, quien ha sabido obrar a su favor desde el odio.
Luis Fernando Lula da Silva obtuvo el 48,43% del total de los votos, unos 57.259.504 votos. Con estas cifras ha superado el 43,20% de votos, el equivalente a 51.072.245 de papeletas que se acreditó Jair Bolsonaro, candidato a la reelección por el Partido Liberal.
Un verdadero choque de titanes y de formas de ver al mundo. Dos modelos económicos donde, el que hoy gobierna con poco éxito, obtuvo una significativa votación, y quien tiene de su lado la superioridad moral de la prisión por conciencia y los años de mayor crecimiento para el Brasil, demostró que tiene la mayoría.
Pero, en definitiva, a ninguno de los dos les valió para llegar a la presidencia sin mayor trámite.
El escenario parlamentario
El Congreso de Brasil está compuesto por 513 escaños, de los cuales 96 son desde este domingo para el Partido Liberal, la fuerza política que apoya a Jair Bolsonaro.
El resultado de esta batalla, donde participaron miles de candidatos en diversas listas, le dio a Bolsonaro un amplio respaldo. De igual manera sucedió con los gobiernos provinciales, donde 9 son adeptos a Bolsonaro y 5 a Lula da Silva.
Algunos columnistas como Eric Nepomuceno, del sitio Página 12, auguran un escenario muy oscuro para la izquierda y el progresismo. Incluso, para la democracia en el Brasil.
“Si (Lula) logra esa victoria, tendrá que gobernar con un Congreso plagado de aberraciones y con la mayoría de los gobernadores provinciales aliados al ultraderechista que Lula deberá derrotar para volver a la presidencia”, alerta Nepomuceno.
El doble desafío
Ganar y gobernar. Son los desafíos a los que se enfrenta Lula da Silva, aunque su optimismo y las encuestas le dan como ganador.
Conseguir la mayoría en la segunda vuelta remite a un factor que la izquierda parece seguir subestimando: el asunto psicológico.
Gastón Garriga, experto argentino en tecnopolítica, refiere a ese lugar del campo de juego donde la izquierda todavía no sabe cómo manejarse.
“La realidad es polisémica, no se explica a sí misma y requiere narrativas. Las derechas entienden esto muy bien y lo trabajan día a día, como si siempre hubiera una elección la semana que viene. Las herramientas de comunicación hoy disponibles permiten hablarle a cada elector al oído, llevarle la propia explicación de la realidad, con todas las ventajas que esto conlleva”, señala Garriga.
El obstáculo a superar es precisamente ese, el método que en Brasil y en otras partes del planeta no le ha fallado a la derecha y al fascismo cada vez más descarado, pues han logrado sobrepasar toda barrera moral.
El siguiente obstáculo, el de gobernar, ya lo ha dicho Eric Nepomuceno, requerirá de mucha habilidad cuando todo el escenario tenderá a la derecha, e incluso a la ultraderecha.
Llegar al lugar preciso
Donde se instaló el odio es complicado llegar. Pero es posible, dado que los números revelan que a la mitad de los brasileños, esa que sigue a Lula da Silva, les espanta la arenga fascista del actual presidente del Brasil.
Para ello hay que llegar al sitio preciso del cerebro, en donde se aloja el instinto de supervivencia. Solo así podría revertirse un rumbo inexorable hacia una especie de suicidio.
“En sociedades hiperpolarizadas, el odio es un motor extremadamente potente, hasta el punto que habría que revisar la sentencia sobre el amor y el resultado de la contienda entre ambos. Son más los que votan contra alguien que por alguien. En la eterna pelea entre Eros y Tánatos, el último corre con ventaja”, exclama Gastón Garrido.
Lula tiene que erigirse como salvador del Brasil. No se trata de retórica, sino de una situación abismal y peligrosa, donde la derecha ha sabido jugársela para clavar la bandera de la inhumanidad.