Cuba, sin importar el liderazgo de la isla, desde Fidel Castro Ruz hasta Miguel Díaz Canel, tiene en sus médicos un arma secreta de exportación, de las más efectivas en el mundo. Recién ha enviado, una vez más, sus brigadas médicas a colaborar en otra catástrofe humanitaria de Honduras.
Este domingo 19 de abril recién aterrizó el primer contingente en San Pedro Sula, el epicentro de la pandemia, dónde apenas un día antes, el sábado, el director del principal centro hospitalario de la región, declaró ante los medios que ya no hay camas para más pacientes de COVID-19 en los hospitales de la ciudad.
Lo contrario a lo anunciado por el gobierno en cadena nacional. Los precarizados centros de salud, las alcaldías y las comunidades tendrán que arreglárselas.
La llegada de los brigadistas no está exenta de controversias creadas, porque entre hondureños y cubanos no hay sino una historia de amor pagado. Caribeños al fin, ya los naturales de ambas tierras mantenían contacto, navegando las corrientes marinas que conectan la región.
¿Cómo llegaron las brigadas de médicos cubanos en el contexto del COVID-19?
En principio por presión social. Alcaldes y organizaciones de las comunidades, dónde anteriormente, y por unos veinte años las brigadas cubanas prestaron atención, presionaron públicamente al gobierno junto con organizaciones populares como las asociaciones que gestionan la amistad y relaciones entre los pueblos de Cuba y Honduras, obligando al gobierno a pedir la venida de los médicos cubanos.
Los médicos cubanos son viejos conocidos en Honduras
Durante la catástrofe natural del huracán Fifí en 1974, los cubanos fueron los primeros en llegar a la zona afectada por el siniestro. En 1998 cuando el huracán Mitch devastó, casi en su totalidad, la infraestructura del país, los cubanos también fueron los primeros en llegar a prestar servicios médicos a la población hondureña. La presencia de las brigadas se extendió durante la presidencia de Manuel Zelaya Rosales.
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Luego del golpe de Estado contra Manuel Zelaya, la ultraderecha representada por Juan Orlando Hernández, en la borrachera neoliberal corrieron a los brigadistas cubanos, y la narco-dictadura cleptómana, desplegó las más poderosas armas mortales al servicio de las oligarquías criollas e internacionales: el saqueo y el desmantelamiento del estado de derecho y sus instituciones, ensañándose con especial énfasis contra el sistema de salud y la educación.
El silencio del Colegio Médico Hondureño
Dentro del gremio médico hondureño, hay quienes se han sentido desplazados y rebasados por el enfoque de atención de los médicos cubanos, quienes provienen de un sistema socialista, que históricamente ha tenido un alto número de médicos por habitantes; mientras que el precarizado sistema de salud hondureño es sumiso a las farmacéuticas, a los intereses financieros y políticos, y claramente orientado a la mercantilización de la salud. Los pacientes notan la diferencia y allí está la causa del aprieto.
Si a esto le sumamos el escándalo conocido como “las pastillas de harina“, -cápsulas y píldoras hechas de harina en vez de medicamento-, que una farmacéutica propiedad de miembros prominentes del Partido Nacional vendía al seguro social y a la secretaria de salud, dinero con el que se financió la campaña de JOH, y que el mismo Juan Orlando Hernández admitió haber recibido, se entiende la desconfianza de la población en el sistema.
Ante todos estos escándalos de corrupción, la directiva del Colegio Médico de Honduras, afín a la dictadura, no solo guardó silencio, sino que presionó para que los médicos cubanos fueran expulsados, bajo el pretexto de que protegían puestos de trabajo de sus agremiados.
Los médicos hondureños no están faltos de formación científica
Casi al minuto que los militares daban el cuartelazo, las hordas fascistas del Partido Nacional, asaltaron los institutos de previsión social, desfalcaron al Instituto Hondureño de Seguridad Social, le vendieron pastillas de harina al sistema de salud, y comenzaron a desmantelar las estructuras jurídicas, protocolos de atención, redes hospitalarias, programas especiales, destruyeron todo lo que encontraron a su paso. En ese contexto el CMH realizó elecciones y con el cambio de junta directiva, el discurso y las acciones dieron un giro.
El año pasado, 2019, el gremio médico y los docentes hondureños del sector público, aglutinados en la Plataforma de Lucha contra la privatización de la salud y la educación, plantaron una de las batallas más largas y decididas en la historia post-golpe de estado, en oposición a la privatización de los sectores de la salud y educación pública.
Juan Orlando Hernández respondió haciendo lo único que hace bien. Reprimió las protestas a balazos, toletes, gas lacrimógeno, falsos positivos, ataques de bandera falsa en contra de la empresa privada.
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Hasta que, vaya ironía, el gremio médico tuvo que replegarse para atender otra epidemia, dengue. No todo el mundo vio el repliegue de los médicos como inevitable. Otra no tan conspirativa explicación, es que la Secretaría de Salud abandonó los programas de control de vectores, creando así las condiciones para la propagación del mosquito. Qué oportuna casualidad. JOH hará lo que tenga que hacer.
La larga y costosa lucha, no terminaría con el repliegue de los médicos, hubo docentes, estudiantes, miembros de organizaciones civiles, de derechos humanos y transeúntes que fueron asesinados a sangre fría durante las protestas por las fuerzas del orden, en uno de los mayores despliegues de brutalidad y demencia policial vistos en Honduras. JOH llegó a sacar los tanques escorpión en contra de civiles desarmados.
Es en un escenario, con tales antecedentes, que se presenta la emergencia del COVID-19. Con los médicos y el personal de salud, inmersos en una lucha a muerte, David contra Goliat en contra del sistema neoliberal, empeñado en acabar con la salud pública gratuita.
Con el presupuesto más alto de la región y los peores resultados
Como ejemplo, a más de un mes de haberse declarado la pandemia y con el mayor presupuesto de Centroamérica y el Caribe, las mascarillas aún no llegan a los centros hospitalarios. Esto no es culpa de los médicos, pero si de la corrupta e incompetente gestión del partido nazional.
Eso sí, el Dr. Francis Contreras, vocero de SINAGER (Sistema Nacional de Gestión de Emergencias) se esforzó en cadena nacional, y bajo la atenta mirada de JOH, en descalificar los tratamientos con el fármaco Interferón, que no sólo Cuba los utiliza, y en alabar los protocolos utilizados en Nueva York, que actualmente tiene los indicadores de mortalidad más altos del mundo. La narco-estructura en todo momento cuece habas.
JOH no pierde oportunidad ni las mañas, la empresa contratada para trasladar a los médicos cubanos desde la isla, está registrada a nombre de un testaferro, uno de sus compañeros de liceo, con medidas cautelares por parte del ministerio público, vinculado también al hermano de Juan Orlando Hernández, condenado en Nueva York por narcotráfico.
Ya la oligarquía no se oculta. Descaradamente se sacaron empresas de maletín de la manga como si fueran naipes de una baraja, y de un día para otro las esposas, los hijos, los cuñados, los hermanos se han convertido en millonarios con el COVID-19. Han hecho fiesta, piñata con los fondos públicos. Algunos políticos incluso facturan con sus propios nombres. El ministerio público no ha dictado ni un tan solo requerimiento fiscal por estas denuncias.
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Para ser justos, son más los médicos hondureños arriesgando sus vidas para atender a los pacientes, con prácticamente nada más que voluntad de servicio, que los dedicados a realizar el trabajo sucio de JOH. Mis respetos para ellos y bienvenidos los brigadistas cubanos que buena falta le hacen al pueblo hondureño.
Aplausos para Honduras y Cuba. Por una hermandad más allá de pandemias y oligarquías al servicio de intereses extranjeros. Viva la solidaridad.
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