La identidad es algo muy abstracto y difícil de rastrear porque no se trata de algo meramente material, sino de una carga simbólica importante, por lo cual entra dentro de lo público y lo privado. La historia como la conocemos hasta hoy ha centralizado su interés en estudios coloniales, que escriben la historia de aquellos que “ganaron”, esto ha desatado una problemática que debe ser llevada a la crítica.
Para los Estados-Nación la diversidad existe en tanto que es exótica y reditúa cierto mercado. Sin embargo, grupos “minoritarios” como hasta ahora nos han hecho creer, son los más desfavorecidos por estas “formas de inclusión” generando sólo una capa de humo.
El Estado siempre va buscar homogeneizar cualquier mecanismo de cultura, pues recordemos que los modelos de inclusión han servido como un discurso de Occidente. Actualmente no sorprende saber que Europa usó a la población del continente africano como esclavos, y en tiempos de Colonia se les atribuía no poseer “alma” para ser llevados al plano de “animales”.
Una de las ideas más importantes es precisamente el tema de nación, pues esta busca una unidad que sólo conduce a una segregación. En ningún modo significa sociedad multicultural, por el contrario, lo que buscan es constituir una sociedad nacional, y como ya hemos visto, el ideal del Estado-nación es una cultura nacional.
Últimamente hemos sido testigos de los abusos del llamado privilegio blanco que, sin duda alguna existe, y negarlo sólo nos hace entrar en la complicidad de la historia de los “vencedores”, siempre blancos.
Hoy en día los jóvenes afrodescendientes buscan ser parte de su origen, pero recordemos que nada es puro cuando sale de su estado natural, y por tanto sólo se tiene una idea de lo que se cree que es, muchos jóvenes buscan entender sus propios devenires e intentar separarse de lo que se entiende por Occidente. En esa búsqueda hay una delgada línea que puede traspasar lo que se entiende por identidad y el ideal de lo que se está buscando.
El movimiento de los afrodescendientes es un movimiento político y como tal busca que el poder los reconozca. Sin embargo, la dominación cultural y económica que ejercen las clases dominantes aumenta el rechazo sobre la influencia occidental, y promueven la defensa de una identidad política y cultural que termina por eliminar todo lo extranjero.
Desafortunadamente una de las características de los nacionalismos se presta directamente al racismo que no es tolerante como ya se ha visto, porque busca extirpar la diferencia. Es claro que se manifiesta una crisis de los sistemas políticos y una exaltación de un completo diferencialismo cultural en contra posición al tema de la unidad social y política, como lo es la otra posición con respecto a la diversidad cultural.
Actualmente se están abriendo paso muchos empresarios o “emprendedores” que se benefician de estas acciones acerca de la identidad, vendiéndolas sin importar el verdadero sentido con las cuales fueron creadas, desde indumentaria, hasta peinados como las trenzas que en su momento sirvieron para negros esclavos como mapas o rutas de escape. Muchos jóvenes desconocen este tipo de nociones básicas acerca de lo que significa África.
A la sociedad le ha costado reconocer que parte de lo que hoy conocemos como modernidad también tiene un origen directo en la explotación de personas negras, indígenas, y en general de cualquier población que para el “civilizado” significara “salvaje”. Este discurso le ha hecho tanto daño a la sociedad al punto de segregar y crear cohesión social, de mantener estándares de vida que contradicen lo que sucede a nivel de la vida cotidiana.
El racismo también trae una carga en la cual se minimiza a sociedades como la de los afrodescendientes, al punto en el cual, aún estando conscientes de la colonización y explotación de personas negras, todavía se piensa que no hay negros en sitios en los que evidentemente los hubo y los hay. Un ejemplo claro es México, mucha población no reconoce a los afromexicanos como tales, tanto es así que es hasta el año 2019 no fueron censados como parte de la población mexicana.
Sin embargo, dentro de una sociedad capitalista y de un mercado sumamente racista hay formas de resistencia, conformadas en los últimos años con la entrada de Internet y la rapidez en la proliferación de los acontecimientos que se producen día a día.
Los afrodescendientes han alcanzado una voz que da cuenta de experiencias en las que, al ser compartidas, generan un contacto con otras que también están en situaciones similares creando redes de intercambio en líneas muy específicas.
Mantener una memoria histórica hace incomodar e incluso tambalear a Estados-Naciones que buscan reprimir y exaltar algo que no son, esto para generar los discursos de siempre, es decir, querer entrar al mundo moderno, en el que sólo los que tienen los medios económicos entran, llegando a ser un Estado clasista, y por ende racista.
El daño que se ha instaurado con discursos como pertenecer a un país de primer mundo, han hecho que se segregue a los del “tercer mundo”. Sin embargo, esto sólo favoreció la lucha blanca colonizadora.