Joe Biden, oriundo de Scranton (Pensilvania), nace el 20 de noviembre de 1942, hijo del vendedor de coches Joseph R. Biden y de la ama de casa Catherine Eugenia Finnegan. Cursó sus estudios en el estado de Delaware, donde se graduó en Historia y Ciencias Políticas en 1965.
Posteriormente se tituló de Abogado en la Facultad de Derecho de Siracusa, en Nueva York en 1969. Tuvo un inicio temprano en política, comenzando como miembro del consejo del condado de New Castle, donde dio el salto al Senado en 1972.
Biden ha formado parte de las dinámicas políticas estadounidense en el transcurrir de medio siglo como senador por Delaware y estuvo allí durante 36 años, posteriormente en nombrado vicepresidente de 2008 a 2017.
Actualmente está tratando de completar una larga carrera hacia el pináculo de la montaña política, que incluye dos intentos presidenciales fallidos en 1988 y 2008. Actualmente está compitiendo contra Donald Trump para llegar a la Casa Blanca con el apoyo del partido Demócrata.
La contienda por la presidencia de Estados Unidos de Joe Biden, la ha llevado a cabo a sus casi 78 años, representa el tramo final de 48 años de trayectoria en la vida pública. Es considerado un político con mucha experiencia, visibilizando aún más su perfil tras su desempeño como vicepresidente durante el gobierno de Barack Obama.
Durante la administración de Obama, Biden se involucró activamente en asuntos de guerra, así como en temas internacionales y domésticos como el control de armas y la política fiscal. Biden también fue uno de los mayores propulsores en el Senado de abogar por las Relaciones Exteriores de Estados Unidos, destacando su rol ante proyectos de protección interno ante amenazas terroristas internacionales.
Es precisamente en este aspecto donde dio su apoyo en 2001 a la invasión a Afganistán y en 2003. Asimismo, vio con buenos ojo la disposición del presidente George W. Bush de enviar tropas a Irak. En este sentido, Biden aseveró que era imperativo mandar personal militar para la búsqueda de Saddam Hussein y el desmantelamiento de armas de destrucción masiva que supuestamente estaban en suelo iraquí, siendo esta una matriz de opinión muy recurrente en los políticos de la época.
De igual forma, durante la administración Bush, apoyó ampliar los recortes de impuestos a las empresas, además de defender el rescate financiero de Wall Street en 2008. Es en la economía donde los demócratas tienen una especial incidencia. A pesar de su autodefinición de “Liberal” o “progresista”, no están divorciados de las formulas neoliberales.
La campaña de Biden hace sospechar una prolongación de la Gestión de Obama, pero con ciertas diferencias en el plano internacional. Al respecto, uno de los asesores claves de Biden, Jake Sullivan, afirma que Barack Obama y George W. Bush habían mantenido “enfoques casi idénticos” en política económica internacional y dio a entender que ya era hora de enterrar el “paradigma neoliberal” que ambos mandatarios habían respetado.
En estas circunstancias, todo apunta a que la principal línea de fractura entre la administración que lidera Biden y la que lideró Obama va a ser la política internacional y, sobre todo, su vertiente económica, aunque manteniendo puentes continuistas en sus fundamentos neoliberales. Es decir, la gestión de la globalización económica a imagen y semejanza de la dinámica estadounidense.
La definición política del término “neoliberalismo”, que en sus inicios se manejaba sólo a nivel académico bajo una concepción neutral, a partir de los años noventa comenzó a tener una connotación peyorativa. Dicho término, define la fe en un mercado global ligeramente regulado donde bienes, servicios, capital y empresas cruzan fronteras con una fricción mínima desencadenando un crecimiento que aumentaría el empleo y la prosperidad, en especial Estados Unidos por medio de la globalización.
Se trata de una doctrina que ha regido la praxis económica de los demócratas en Estados Unidos, sobre todo durante la administración del presidente Bill Clinton, junto a personajes como Robert Rubin y Larry Summers, quienes también se desenvolvieron como consultores económicos del presidente Barack Obama.
El neoliberalismo y la mundialización (o globalización) de la economía, no significan lo mismo, aunque sean conceptos complementarios. En primera instancia, el neoliberalismo es una doctrina económica de alcance mundial, es un modelo político con impacto económico, social y cultural.
Por otra parte, la mundialización se trata de una realidad que puede ser interpretada en términos relativos, con incidencia sobre todo en países subdesarrollados. Bajo la mundialización, el Estado y el capital nacional se subordinan al poder de las empresas.
Los miembros del entorno tecnócrata de Biden han sido reconocidos revisionistas de las teorías y prácticas neoliberales, los cuales, lejos de reemplazarlas, buscan perfeccionar su eficacia. En este sentido, Jennifer Harris, una economista internacional que se desempeñó en el Departamento de Estado con Hillary Clinton afirma que, desde los orígenes de Estados Unidos, como todas las grandes potencias, ha manejado su dominio económico para para posicionarse geopolíticamente, pretendiendo los que algunos llaman la “Geoeconomía”.
A partir de esta praxis, los estamentos de poder estadounidenses han asimilado una sucesión de modelos económicos adecuados al contexto de su tiempo. El modelo neoliberal se adecuaba a una era en la que la economía estadounidense obtenía grandes beneficios de la globalización, o al menos parece hacerlo.
Harris asevera que los empleados comerciales estadounidenses que comerciaron la con Asociación Transpacífica habían asimilado tan hondamente al paradigma neoliberal que dieron por seguro que acrecentar el acceso de la industria farmacéutica, por ejemplo, a los mercados asiáticos era bueno para los Estados Unidos, incluso si hacerlo no creaba puestos de trabajo.
La diatriba sobre cuán “libre” es el comercio, dijo Harris en una entrevista con Foreign Policy, “se ha vuelto estéril en un momento en que las barreras comerciales ya están en mínimos históricos, o lo estaban hasta que el presidente Donald Trump comenzó a levantarlas nuevamente. Los llamados acuerdos comerciales son, de hecho, el sitio moderno de la lucha geoeconómica, pero no se los reconoce como tales”.
“Existe un deseo”, dijo Harris, “de algún tipo de compromiso económico que mejore la experiencia de vida de los estadounidenses de clase media”. Son esas expectativas que políticamente se buscan satisface con programas de gestión amparadas es esquemas económicos neoliberales, siendo este un modelo que, independientemente si gobiernan los demócratas o lo republicanos, la nación norteamericana buscará dinamizar su economía y ser protagonista en los procesos de mundialización. Todo ello para garantizar el “status quo” y la expansión de su influencia como superpotencia económica y militar en su fase imperialista.