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Una visión alternativa (I): la conquista de Nueva España

Es necesario abordar esta cuestión con rigor histórico, para iniciar un estudio que muestre los errores cometidos para poder desarrollar la memoria histórica, pero también para iluminar los aciertos.

Andrés Manuel López Obrador, todavía espera ilusionado respuesta a la carta que envió el pasado año al Rey de España, exigiendo disculpas por los abusos cometidos durante la conquista: También le ha pedido lo mismo al mismísimo Papa, “para que se haga un relato de los agravios y que se pida perdón a los pueblos originarios por lo que ahora se conoce como derechos humanos”. Pues ahora tendremos la oportunidad de poder revisar (si queremos, si abrimos nuestras mentes) este último concepto.

No sé, pero considero posible (aunque no probable) que teniendo en cuenta que el año próximo se celebran los 200 años de la independencia de México, que además coincide con los 700 años de la fundación de Tenochtitlan, y también con los 500 años de la caída de dicha ciudad, se haga por parte del gobierno español algún tipo de manifestación al respecto, aunque solo sea con ánimo de cumplir las expectativas del mandatario mexicano, ya que “no se trata de estar de acuerdo o en desacuerdo, sino de cerrar heridas”.

También es de agradecer que, según parece, el gobierno mexicano prevea fastos para desagraviar por su parte a los yaquis, un pueblo al norte del país con el que estuvo en guerra el siglo pasado durante cuarenta años, y algo similar en la península del Yucatán con los descendientes de los mayas. Y la preocupación denotada recientemente a nivel oficial sobre otra población tradicionalmente discriminada, los afroamericanos.

Lejos de mi ánimo está, para que quede meridianamente claro, “romper una lanza” por nuestro “glorioso” pasado español. De hecho, y no en sentido figurado, lo que desearía realmente es poder romper no una lanza, sino todas, y al tiempo todas sus terribles armas herederas.

Por otra parte, considero ridículo, arcaico, estéril e inútil cualquier tipo de exhibición de casposo patriotismo basado en esos nacionalismos, o diferencias étnicas que conforman el caldo de cultivo del nazismo y de los todavía pervivientes fascismos; que aunque ahora se oculten tras otras siglas, constituyen en definitiva las doctrinas más abyectas que ha conocido la humanidad.

Pero lo que si cabría exigir a los actuales mandatarios, a sus gobiernos, y al ingente número de asesores de que disponen (y a muchos “plumillas” ignorantes también, que aquí cualquiera escribe, por poner un ejemplo para que me entienda todo el mundo, de fútbol y no saben ni la regla del fuera de juego), cabe exigir, digo, un mínimo de rigor al hablar de estos temas.

No se puede, ni se debe, tratar de ocultar la enorme mortandad realmente ocasionada, la violencia empleada (inherente a toda conquista, consustancial al odioso y condenable hecho de pretender mover a un pueblo en contra de su voluntad).

Incluso aunque una gran parte de las víctimas fuesen consecuencia de la trasmisión de enfermedades, pandemia ante la cual los organismos de millones de indígenas no podían estar preparados, y aquí no cabe ya hablar de maldad, o de una culpa moral, pero evidentemente, fuerza es reconocer que si no hubiesen aparecido los invasores, no se habría contagiado la población.

Pero lo que tampoco se puede ni se debe tratar de ocultar es la decidida voluntad de los gobernantes españoles de proteger lo más posible los derechos básicos de la población indígena, incluso en contra de la sacrosanta e intocable poder superior de la época, la Iglesia, en cuyo nombre, para muchos, estaban justificados todos los desmanes si ello conducía a la “salvación de las almas”. Como luego se demostrará.

Por poner un ejemplo, fuera de los reyes, el hombre más respetado y más admirado del reino de Castilla (bueno es resaltarlo de cara los que defienden la españolidad de España, valga la redundancia; desde los Reyes Católicos, decirles a estos que todas las posesiones de América fueron hasta años después de la llegada de los borbones, exclusivamente de Castilla), pues bien, nada menos que Cristóbal Colón, fue detenido, juzgado, condenado y encarcelado (y tal vez torturado), por hallarle culpable de traficar y enriquecerse con la venta de indígenas.

Quiero decir, que como por desgracia ocurre todavía, en el año 1500 la “bondad” de las leyes podían no tener un reflejo real en la vida de los súbditos, y la maldad de aquellos gerifaltes que se encontraban al otro lado del Atlántico, con el poder en sus manos era más real para la población, que no tenía otra opción que sufrir, vivir, y en muchos casos morir con ella.

Y es que quedaban en la mayoría de las ocasiones impunes, si no había en la metrópoli denuncias en su contra, o si estas no prosperaban, como afortunadamente no ocurrió en el caso de Cristóbal Colón y otros muchos, aunque esto último apenas se señala en los ignorantes escritos, discursos y artículos que, imprudentemente circulan al respecto.

Solo pido que se valore la ímproba dificultad en aquella época, de remover un virrey o un gobernador intentando poder demostrar su culpabilidad. Y la facilidad de estos para ejercer, si esa era desgraciadamente su condición (ojo, también hubo muchas buenas personas) toda la maldad que atesorase su condición y perpetrar todas las injusticias que pueda imaginarse. Sin contar por otra parte con la corrupción de algunos visitadores a la hora de certificar la adecuación de lo legislado de cada respectiva encomienda.

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