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Iván el terrible y la bestia, fábula sobre la hipocresía de la derecha latinoamericana

Iván el terrible y la bestia, es la perfecta fábula sobre la transparente hipocresía de la derecha latinoamericana, la favorita del presidente de EEUU Joe Biden.

Miles de indígenas llegaban ayer a Bogotá, desde la Amazonía, vitoreados por los vecinos reprimidos. Como centroamericanos tendemos a informarnos poco sobre los países vecinos de la gran Mesoamérica, casi tan poco como ellos se informan sobre los nuestros.

Por ende, sabemos casi nada de Venezuela y Colombia, menos aún que de México y El Caribe, aunque fácil nos dejamos llevar por medios corporativos que forman la opinión que conviene a sus intereses y patrocinadores.

En esos medios sin embargo -que no pueden ocultar toda la verdad so pena de perder toda credibilidad- nos hemos enterado que veinte o más personas fueron asesinadas otra vez y muchos centenares heridos de bala oficial esta semana pasada en las manifestaciones pacíficas en las plazas emblemáticas de Bogotá, y ciudades importantes de Colombia.

¿Por qué sufre uno un pequeño “déjà vu“? Tibiamente ayer el gobierno de Estados Unidos protestó, nada más faltaba que no, y urgió moderación. Fue más contundente Ms. Kamala Harris contra los giros y volteos de Bukele en El Salvador.

Nada como la airada denuncia de la respuesta oficial contra las guarimbas y escuadrones de mercenarios en Venezuela. No hubo rompimiento, salida de diplomáticos, ni reclamos fuera de tono.

¿Acaso era predecible? Al fin y al cabo, aunque dignificados de 2007 a 2014 por la alternancia y amistad con connotados políticos estadounidenses como Joe Biden, Álvaro Uribe V., y luego Iván Duque, han sido vinculados a la violencia de la derecha desde hace veinte años.

Acaso para neutralizar un imaginado resentimiento por la ayuda que los conservadores colombianos dieran a la campaña de D. Trump, luego de asumir la presidencia Biden declaró públicamente a Duque que él estaba ansioso por reactivar su amistad con Colombia, demasiado importante hoy para jugar con ella.

Colombia está llena de bases militares indispensables para el Comando Sur. Su colaboración ha sido muy valiosa, y sería indispensable en una aventura proyectada. Y es una relación de amor pagado.

Duque, a cambio, prometió que trabajaría conjuntamente con Biden en el fortalecimiento de la agenda común. Luego de recordar el papel estratégico que Biden jugó como senador para promulgar el Plan Colombia, del que tanto se ha auxiliado ese país, -del cual Biden se ufana de ser arquitecto-, Uribe calificó al hoy presidente de EEUU como miembro descollante de la Coalición bipartidista que -en el Capitolio- apoya a Colombia.

Y se llena la boca exigiendo un cambio de régimen en Venezuela como el mayor reto de EEUU en el continente, que es el la tiranía del régimen de Maduro que, según Alvarillo hospeda a terroristas diversos pero todos declarados enemigos letales de EEUU. La derecha regional ha idolatrado a estos títeres sin cabeza.

No conozco personalmente a Iván Duque Márquez, el político más joven elegido presidente de la República de Colombia, bajo el padrinazgo de Álvaro Uribe, quien lo acompañó además como senador.

Consta que Duque hizo campaña denunciando los Tratados por medio de los cuales su país había por fin superado (o casi) una guerra de más de medio siglo, de la fueron víctimas cientos de miles de colombianos.

Pero su gestión ha sido criticada por el incremento de asesinatos de líderes comunitarios, y exguerrilleros que habrían entregado las armas acogiéndose a esos Acuerdos de paz; por el aumento de masacres de civiles desarmados, por los asesinatos de organizadores sociales y defensores del medio ambiente, y la impunidad de todos esos crímenes[1].

(¿Te suena catracho?). Así como por el uso de escuadrones antimotines contra manifestaciones pacíficas, y específicamente la autorización del uso de armas de fuego con las que se mató a trece manifestantes en las demostraciones del año pasado 2020, en Bogotá, y se hirió a más de cuatrocientos.

(Vid CNN). Hace tres días su mentor y padrino Uribe Vélez, proclamó la necesidad de autorizar el uso de armas de fuego contra las manifestaciones a las que acusa de violentas, contra el testimonio de la prensa internacional. A Uribe lo he tenido cerca y recuerdo haber pensado para mis adentros, “es predeciblemente un hideputa“.

Ya en medio de su polémica campaña de reelección, el 23 de junio de 2009, Uribe disfrutaba un ágape de caballistas que había organizado Mel para él en la arena del AGAS de San Pedro Sula durante su visita, en ocasión de la Asamblea aquí de la OEA[2].

Tres meses después me tocó ver, y escucharlo. a Uribe en el David Rockefeller Center en Cambridge Street, diciéndonos, en un intercambio con los profes, que EEUU y nosotros podíamos confiar en él, porque era perfectamente predecible, pero haciendo leña del árbol caído, y arrojando dudas sobre Mel por su amistad con Chávez.

Por entonces, eran más bien los estudiantes colombianos y latinoamericanos de las universidades de Princeton, Nueva York y Harvard, quienes protestaban por el prospecto de que le llevaran al Álvaro como profesor.

No sé si -al final- se sabrá si Uribe manda a Iván, o éste logró transformar a Uribe en su bestia de garra. No importa. Lo esencial es que ambos, amo y monstruo, ejecutan en blanco y negro y sin sonido ni miramientos el mismo crimen.

Con bala viva y en plena vía pública asaltan al ciudadano al que han terminado por dar la razón, con la renuncia del ministro concernido y la derogatoria de las leyes fiscales que detonaron la protesta.

Pero, si tenían la razón ¿por qué los mataron? Quizás para responder hay que reformular esa pregunta: ¿para que? Los mataron para mostrar que ellos son gente seria en el ejercicio del poder. A los colombianos les conviene ser cautos para aliarse con esa figura ensangrentada, los hondureños hemos comprobado que es inútil.

Para los hondureños es importante caer en cuenta de que Biden no tiene que tener frente a Juan O. -por el hecho de que los fiscales de Nueva York digan que lo van a acusar- una relación diferente ni menos buena de la que tiene con Uribe, designado como importante narcotraficante por la DEA.

Y no tiene por qué perdonarle Biden menos a este que a aquel, mientras le sean útiles. Ante todo en América Latina, Estados Unidos tiene intereses, pero además ideológicamente la cosmovisión de Biden es más cercana a la de la derecha troglodita de Colombia que a la más modesta de las izquierdas democráticas o social democracia latinoamericana.

En todo sentido y para todo fin práctico, aquí en tierras de estos parapolíticos, los muertos no cuentan, ni los heridos, a menos que sean falsos positivos y no valen los derechos ni la legalidad, a menos que sean falsas banderas, y tengan otro fin.