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Ecuador: sin rumbo, sin verdad y sin buen vivir

El Ecuador en tiempos de Lasso, es un barco a la deriva, un avión sin curso, un auto sin frenos; un país sin rumbo, lleno de mentiras y alejado de la realidad nacional.

El Ecuador en tiempos de Lasso, es un barco a la deriva, un avión sin curso, un auto sin frenos; un país sin rumbo, lleno de mentiras y alejado de la realidad nacional.

El rumbo que Lasso le ha impuesto al país, lo lleva al despeñadero económico, laboral y social, no hay servicios públicos de calidad, el monstruo de la privatización se cierne sobre las empresas de generación, transmisión y distribución de energía, también sobre la prestación de servicios de salud y medicinas y las de pensiones; sin dejar de lado las modificaciones contractuales con las trasnacionales petroleras, que le entregan en bandeja de plata los valores que resulten de los excedentes de producción y de precios, la liberación de precios de los combustibles de alto octanaje y el diesel así como la libre importación de éstos.

Sin un derrotero a seguir, la ciudadanía es la doliente de esta falta de timonel, pues cada vez son más escasos los servicios y se encarecen los productos de la canasta básica, los grandes empresarios son los beneficiarios de la rebaja de impuestos o la condonación de deudas tributarias, y la carga de impuestos se recuesta en la ya diezmada economía de la cada vez más diezmada clase trabajadora.

La verdad, esa virtud cada vez más ausente en el gobierno del banquero-bachiller, ha sido relegada a una simple fábula que se utiliza a conveniencia cuando se trata de rectificar cada una de las –cada vez más seguidas- “metidas de pata” del presidente y/o cada vez que se le recuerda el incumplimiento de sus promesas de campaña, como la famosa “en los primeros 100 minutos de mi gobierno arreglaré el desastre nacional”, la de subir los salarios de la clase trabajadora, o la de mantener los precios de los subsidios de los combustibles, o la de incrementar la obra pública, la de no gravar la economía popular con más impuestos, la de crear empleo, la de combatir la corrupción y la delincuencia común, y la de terminar con la persecución política. En fin, tantas y todas las promesas incumplidas, que ya incluso su propios votantes le están dando la espalda.

El buen vivir, en definitiva la vida de los ecuatorianos, es por ahora una necesidad inalcanzable y apenas alcanzamos a sobrevivir, el desempleo crece cada día, lo que obliga a que la migración legal e ilegal se incremente proporcionalmente, la falta de servicios de salud y educación son el abono principal para esta debacle que tiene sumida a la ciudadanía en un profundo pozo del cual es cada vez más difícil salir, el costo de la canasta de productos de primera necesidad está situada muy por encima del salario básico, los empleados y subempleados no tienen forma de cubrir sus necesidades sin además de sus esquilmados salarios hacer “cachuelos” especie de trabajos informales en horas libres para en algo completar el presupuesto mensual y teniendo la suerte de que ninguno de los miembros de la familia se enferme, porque ahí si que no hay tela que para la mortaja alcance.

Y así se va sobreviviendo sin tener un camino, sin vivir en la verdad y sin tener una vida más o menos aceptable; nos preguntamos entonces ¿Quién es el Camino, La verdad y la Vida? Los Cristianos lo sabemos con certeza, pero eso no es parte del análisis actual así que lo dejamos enunciado nada más.

En el Ecuador actual y luego de la debacle iniciada por Moreno en el 2017 y continuada por Lasso desde el 2021, el único que podría encarnar el querer y el sentir popular y que gobernaría conociendo el rumbo de este país, hablando siempre con la verdad y procurando el buen vivir para todos y todas, es aquel que ya demostró con creces saber conducir los destinos del Estado y del país en beneficio de los mandantes, aplicando un proyecto político efectivo y que puso al Ecuador en la mirada del mundo entero y lo dejó enrumbado hacia la modernidad económica, política y socialmente hablando entregando instituciones y empresas públicas de calidad que actuaban en beneficio de la ciudadanía.

¡Con Correa estábamos mejor!