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Mito del feminismo liberal: el trabajo sexual

Aunque hay muchas perspectivas del feminismo liberal en este tema, el trabajo sexual perpetúa la desigualdad.

Como todas las ideologías, el feminismo comenzó como un movimiento político y social, que en este caso tiene un objetivo fundamental: la emancipación de todas las mujeres en su conjunto y el principio de igualdad entre ambos géneros.

Partiendo de esa conceptualización, se desprende una vertiente que ha sido considerada como incongruente, pero no en un comienzo, sino más adentrados los ideales que defiende.

Ahí se nos presenta el feminismo liberal, una corriente teórica que se quiere enmarcar dentro del movimiento feminista inmerso en las cuestiones a título individual.

Por tanto, muchos autores sostienen que el liberalismo es “incompatible” con el feminismo propiamente dicho, porque hablan “de su propio sentir, es una percepción individual” y el feminismo “es un movimiento de construcción social y política”.

Se asoma el feminismo “neoliberal”

Se ha llegado a concluir que este es aquel en el que las mujerescon más dinero pagan a las más pobres” y que justifican un tema estructural “bajo una falsa libertad de elección”.

Este feminismo, según perspectivas de líderes españolas que se identifican con el movimiento, “somete a unas para que triunfen otras, las que no se verán nunca en la tesitura de coger trabajos precarios, emigrar, prostituirse o ser vientre de alquiler para poder comer”.

Por supuesto, en la agenda feminista uno de los puntos principales a discutir es el debate sobre la libertad de decisión sobre nuestros propios cuerpos como una forma de reivindicar la autonomía de la mujer y recobrar el control del cuerpo que, históricamente, ha sido usado y manejado por el patriarcado.

Sin embargo, aquí se encuentran un choque de ideas como lo es la presentación del trabajo sexual como un “trabajo digno“, lo cual es contrario debido a todas las implicaciones que posee y también el hecho de que perpetúa a grandes rasgos la desigualdad.

Al mismo tiempo, hace hincapié en la cosificación y sexualización de las mujeres, debido a que ellas no pueden acceder a empleos dignos que les permitan desarrollarse y sustentarse de manera adecuada.

Sin embargo, hay algunas corrientes del pensamiento feminista liberal que catalogan este tipo de actividad como “liberadora y empoderante“, clasificándola dentro de la cuarta ola.

No es empoderante 

Aunque es un tema que se ha mencionado en varias entradas de esta sección, es necesario recordar que el trabajo sexual es definido como cualquier práctica consensuada, o transacción comercial en la que una persona intercambia servicios de naturaleza sexual por una remuneración (generalmente económica).

Estos servicios incluyen relaciones sexuales, interacciones vía cámara, pornografía, prácticas fetichistas y muchos otros actos que entran dentro de dicha denominación.

Pero, lo más llamativo del caso es que hay cierto activismo pro trabajo sexual que busca catalogar este oficio como una forma legítima de empoderamiento económico de las mujeres, que provee oportunidades de aumentar los ingresos o abandonar oficios con bajas remuneraciones en pro de mejores oportunidades y optimización del tiempo invertido.

Colocarle un precio al cuerpo

No olvidemos que el crecimiento de las desigualdades sociales en países en vías de desarrollo, como consecuencia de la hegemonía de un modelo económico que favorece el capital privado, ha encontrado en esta práctica una forma de mercantilizar el cuerpo.

Es por ello que nos encontramos con el cuerpo visualizado desde una óptica de objeto de consumo, cuyo precio está regido por las fuerzas de oferta y demanda, lo cual es aglutinado por el trabajo sexual que visibiliza varios problemas sociales, que a su vez son complejos y representan a los países.

Pareciera que se olvidaran todas las aristas que caracterizan este oficio, el cual es sumamente riesgoso y está altamente estigmatizado.

A diario vemos como aparecen víctimas de explotación, violencia y maltrato por parte de quienes manejan las redes de prostitución, de quienes contratan el servicio, de las fuerzas del orden y de la sociedad común.

Estas condiciones se ven exacerbadas cuando se trata de mujeres trans, una población socialmente excluida y discriminada que subsiste casi por completo de esta forma, según distintos documentales que se han filmado al respecto.