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Consecuencias estatales del 4M en Madrid (I): el avance de la extrema derecha

La derecha se radicaliza y no muestra en las urnas más que su discurso de odio, y su apuesta por la crispación, da buenos resultados institucionales. El peligro fascista es hoy una amenaza mayor.

El resultado de las elecciones en Madrid van a tener unas consecuencias en el resto de España, tanto a corto como a medio y largo plazo. La primera y más inmediata es que el Partido Popular regresa a la radicalidad del la época de José María Aznar.

Tras el liderazgo de Mariano Rajoy, el discurso de la derecha se moderó, y algunas de sus posiciones sociales se relajaron, lo que motivó la salida de parte de su militancia, sintiéndose traicionada, que terminó conformando VOX.

Sin embargo, la facción extrema del partido fundado por altos cargos franquistas, representada por José María Aznar, Esperanza Aguirre e Isabel Díaz Ayuso entre otros, permaneció trabajando en su propia agenda, conquistando espacios desde los que acumular las fuerzas necesarias para reconquistar el partido y desplazarlo aún más hacia la derecha.

En Madrid se ha observado ese proceso en las relaciones entre los populares con VOX. Ayuso no considera fascistas a VOX, VOX la felicita por sus resultados y se muestra dispuesto a favorecer que sea la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid sin pedir nada a cambio, ya que las propuestas programáticas coinciden. VOX es la esencia aznarista y aguirrista del PP de los primeros años del presente siglo. Igual que Ayuso.

El empuje del discurso y las formas de Ayuso hace moverse a otros dirigentes más moderados, como Feijoó, que ya ha declarado que se encuentra en un punto medio entre Casado y la presidenta de la CAM, cuando anteriormente estaba totalmente alineado con el líder nacional, que no tiene ninguna victoria que mostrar en su enseña frente a las que ha conseguido la ganadora de las elecciones autonómicas.

El elemento más peligroso lo supone el discurso empleado por Isabel Díaz Ayuso durante la campaña electoral. Ha mantenido un tono agresivo y una actitud violenta y prepotente, como lo ha empleado contra el Gobierno desde el inicio de las primeras medidas para enfrentar la pandemia.

Sin más propuestas que hacer lo contrario de lo que proponía el ejecutivo -iniciativas basadas en el estudio científico-, sus palabras se han basado en el odio al diferente, en los ataques personales basados en medias verdades, y en la deshumanización del contrario.

Esto último se ha llevado a cabo en base a argumentos de valores antidemocráticos -que equivalen a fascismo– como el racismo, la xenofobia, el clasismo, el machismo y la homofobia.

Esta estrategia de crispación política sirve para polarizar a la sociedad, con el objetivo de dividirla entre “buenos” y “malos“, creando una nueva identidad de grupo que permite al fascismo insertar socialmente sus valores, a la vez que fomenta un rechazo a los que no los comparten, señalándolos como parte de un problema que hay que erradicar, de ahí la violencia que ya se ha comenzado a desatar.

En el medio plazo, la derecha española asumirá la estrategia de Ayuso -como ya comienzan a hacer en Galicia-, porque es la que ha demostrado obtener resultados frente a las derrotas de un Pablo Casado demasiado moderado en el nuevo escenario, y que no ha sido capaz de absorber el voto de Cs como sí lo ha hecho la madrileña.

Esto supondrá un peligroso avance del fascismo, expresado en el discurso de odio, la criminalización de los sectores que se le opongan y su deshumanización, lo que acarreará una justificación de su represión, o de los ataques que sufran por no ser del bando de los “buenos” que su crispación se ha encargado de asentar mediante la polarización.

En el largo plazo podría darse una aplastante victoria electoral que permitiera institucionalizar y convertir en legal el fascismo, entrando en la misma situación que han sufrido países como Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump, y la que padecen otras naciones como Ecuador -su nuevo presidente Guillermo Lasso tiene vínculos con el fascismo internacional-, el Brasil de Jair Bolsonaro y la Honduras de JOH -muy vinculada políticamente con el PP-.

En el actual escenario político español, se ha producido un desplazamiento a la derecha, que ha logrado blanquear el fascismo, por lo que para una gran parte de la población esa ideología política se encuentra en el centro político. No consideran fascismo al fascismo.