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El desplazamiento del tablero político en favor de la derecha

El tablero político vertebra los ejes sociales del relato de las sociedades, su desplazamiento a la derecha, genera unas condiciones en las que el campo conservador domina.

La izquierda, normalmente, no ha dispuesto de una influencia mediática tal que le haya permitido enfrentarse en igualdad de condiciones a los poderes fácticos que dominan los ámbitos políticos, sociales y culturales en la mayoría de las sociedades del mundo.

De ahí que la hegemonía cultural la domine la derecha. Las ideas-fuerza de los conservadores – como “los empresarios son los que generan riqueza“, “lo privado funciona mejor“- vertebran el relato que configura la realidad de la mayoría social.

Desde hace un par de lustros, el campo progresista ha moderado su discurso a causa de una oportunidad electoral que no se termina de concretar. Ciertos temas, cuya defensa supone el riesgo de perder electores, se han abandonado, dejando espacios vacíos que ha ocupado la derecha.

Esto ha ocurrido porque la estrategia de la izquierda ha pasado por apostarlo todo a lo institucional, en base a un análisis cuyo diagnóstico mostraba claramente que la ventana de oportunidad estaba abierta, articulando sus tácticas en torno al “ahora o nunca“, que la ha obligado a pensar solo en el corto plazo.

Pero el tiempo ha pasado, y sus resultados electorales son cada vez más pobres, regresando a una fase de supervivencia institucional; el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ha dejado su cargo en la vicepresidencia segunda del gobierno para evitar que su coalición desapareciera de las instituciones madrileñas, liderando hoy la candidatura de UP en Madrid.

Al no tener en cuenta ni el medio -en el que estamos hoy, tomando como punto de inicio el comienzo de esa estrategia en el año 2014- ni el largo plazo, el campo progresista se ha encontrado en una peor posición dialéctica, y sin poder institucional desde el que cambiar la realidad cotidiana de las personas, más que en cuestiones meramente superficiales.

Cuestiones que antes estaban en disputa, ahora son de dominio conservador. Como por ejemplo Venezuela. La derecha ha configurado a su antojo una imagen negativa de la nación suramericana, asegurándose de que todo lo malo que allí sucede sea identificado con el gobierno de izquierdas que dirige la nación.

Con ello, cada vez que lo necesita, acusa a la izquierda de que, si gana, España -o el país que sea- se convertirá en Venezuela, generando un amplio rechazo social. El campo progresista español, hasta 2013, realizaba una labor pedagógica que sostenía una posición dialéctica contraria que hoy ha desaparecido.

Ese avance de posiciones en el relato por parte de la derecha, ha permitido un desplazamiento del tablero político hacia la derecha, que se ha expresado en una radicalización de sus posiciones, gracias a que han aprovechado la ausencia de la izquierda.

Ha blanqueado conceptos cuyo significado democrático estaba en disputa -franquismo, fascismo-; para normalizar conductas anteriormente mal vistas incluso por una gran parte de sus votantes -racismo, machismo, xenofobia, clasismo, homofobia-; y para cambiar el significado de valores democráticos -libertad, igualdad, justicia-.

Este proceso ha desplazado el tablero, en cuyo centro se encuentra ahora el Partido Popular. VOX es derecha, el PSOE izquierda y Unidas Podemos extrema izquierda, cuando su programa coincide con la socialdemocracia clásica europea de, por ejemplo, el sueco Olof Palme.

Ello explica que el discurso de odio de VOX ni escandalice ni sea calificado como fascismo. Que Ayuso pueda desacreditar de la peor manera a los candidatos de UP como “agresores, okupas y manteros“, sin que exista una desaprobación social por usar el clasismo, el machismo y el racismo sin tapujos.

La situación actual favorece a los partidos que están dentro de los márgenes del sistema, como el PSOE, que vuelve a ser visto como la opción de izquierda, cuando realmente su política social es de centro, y su apuesta económica neoliberal es de derecha. Regresa a su posición de muro de contención del Régimen del 78 frente a las propuestas realmente de izquierdas (república, apuesta por lo público, reforma fiscal progresiva, Estado laico).

En estos límites, las opciones progresistas alternativas, como Unidas Podemos, son rechazadas por ser de extrema izquierda, ya que se oponen a lo que hoy se considera, por gran parte de la mayoría social, como el centro (PP).

Revertir este contexto, y resituar el tablero político de la mejor manera para la democracia, (VOX fascismo; PP derecha, PSOE centro, Unidas Podemos izquierda), requerirá abandonar el “ahora o nunca” en favor de una estrategia que contemple el medio y largo plazo, con el fin de llevar a cabo una pedagogía que recupere posiciones por parte de las ideas-fuerza de la izquierda en el relato que vertebra la hegemonía cultural.