La lucha contra el auge de la extrema derecha en Europa
La extrema derecha a conseguido aprovechar los diferentes elementos de su propia historia como el descontento social para desarrollarse, incluso desafiando conceptos como el estado del bienestar o el pacto social.
Si bien algunos especialistas consideran que no se puede comparar el surgimiento de la extrema derecha actual con el fascismo histórico de los años 1930, sí es cierto que ambos extremismos surgieron a través de inquietantes paralelos: tanto entonces como ahora, Europa se encuentra en un proceso de transformación económico y político que está afectando al conjunto de la sociedad, erosionando también la base del estado del bienestar.
Aunque los englobamos dentro de un mismo concepto, como “extrema derecha” o “populismo de derecha”, si lo analizamos a nivel macro, podemos apreciar una gran variedad de conceptos y expresiones políticas y sociales que no permiten aplicar una misma conceptualización a la gran variedad de comportamientos políticos que se están englobando en los últimos tiempos.
No es lo mismo la AfD alemana, el FPÖ austriaco, el VB belga, el Fidesz húngaro, el PiS polaco, el RN francés, el DF danés, Amanecer Dorado en Grecia, el UKIP en Gran Bretaña, el AfS sueco, la Lega italiana o VOX español.
Todos ellos se han basado en diferentes elementos de su propia historia o situación social para desarrollarse: desde el neoliberalismo que surgió tras la caída del bloque soviético, a los partidos que se han beneficiado del desencanto popular con la socialdemocracia, o a los que se aprovechan de los temores de las clases medias a perder su estatus social y económico.
En general, estos partidos han desafiado con éxito conceptos como el estado del bienestar o el pacto social que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial. Pero también son la expresión de la confrontación entre las diferentes élites capitalistas y financieras, que buscan hacerse con el control de las circunstancias de la crisis económica y política, cada vez más profunda, que se vive desde 2008.
Pero todos ellos buscan lo mismo: cambiar el carácter y la estructura del aparato estatal, paralizar el estado de derecho y eliminar la oposición política y cultural, para proteger el poder del capitalismo excluyente que les apoya.
Su planteamiento es que la única salida a la crisis es la salida autoritaria, el fortalecimiento de las estructuras de los estados nacionales, un proceso que lleva obligatoriamente, a un proceso de nacionalismo extremista (España o Francia) y antieuropeísmo (Gran Bretaña).
El proceso también está relacionado con un enfrentamiento entre diferentes partidos, especialmente entre la derecha y la extrema derecha, para controlar el apoyo financiero y mediático de las élites capitalistas. Es decir, un conflicto por conseguir agrupar los intereses de las diferentes facciones dentro de la clase dominante.
Comportamientos electorales
La evolución del capitalismo, desde las crisis de mediados de los años 1990 en adelante, ha provocado que las identidades sociales construidas con base en los diferentes vínculos socioeconómicos sufran grandes cambios, sobre todo con la introducción de formas muy desreguladas de mercado laboral, la precarización del trabajo, el fuerte incremento de las tasas de desempleo, y la transformación de los modos de producción.
Uno de los cambios que se han evidenciado por la desregulación de los mercados es la disolución de los colectivos laborales en los que se organizaba la identidad política de izquierda. La reconfiguración neoliberal de las relaciones sociales, de los modos de producción, etc., ha dado lugar a distintas condiciones de vida que han apuntalado determinado tipo de comportamientos electorales.
Si profundizamos en el análisis, podemos encontrar grandes diferencias políticas e ideológicas entre los sectores trabajadores que son más propensos a votar a la extrema derecha, y los que votan a la izquierda. En esa división derecha-izquierda la podemos ver en las motivaciones de los votantes.
Los votantes de la derecha declaran que su voto está motivado por conceptos como “seguridad” e “inmigración”, mientras que entre los votantes de la izquierda predominan aspectos como el “bienestar social”, el “medio ambiente” o la “salud”.
Las graves crisis económicas y sociales de las últimas décadas han destacado tres parámetros estructurales que nos permiten distinguir entre los electorados de izquierda y derecha.
- La estabilidad laboral: cuanto más estable es el mercado de trabajo, más fuerte es la inclinación al voto de izquierda.
- Los niveles educativos: cuanto mayor es el nivel educativo, mayor es el voto a la izquierda.
- Cuanto más expuesto está el sector económico o industrial a las presiones de los mercados globales, mayor es la inclinación a votar por la extrema derecha.
Las consecuencias de la desregulación están transformando los espacios políticos nacionales, permitiendo que surjan nuevas divisiones entre los vencedores y perdedores de este proceso. Los perdedores sufren un declive de su estatus social y tienden a radicalizar su voto, pero eso únicamente no es suficiente para comprender el apoyo a las posiciones de la extrema derecha.
Se trata de una amenaza que tiene un impacto significativo en la percepción del mundo y en el posicionamiento político de los individuos: la xenofobia surge en medio de este sentimiento de vulnerabilidad de un mercado laboral competitivo y desregulado.
El voto de la clase trabajadora
El concepto de voto de clase se ha visto atacado por el neoliberalismo, llegando al punto que se han borrado los clásicos vínculos naturales entre la estructura social y el voto.
En los últimos procesos electorales en España se ha buscado una respuesta a un extraño fenómeno: el papel del voto de los sectores de clase trabajadora hacia la extrema derecha. Se trata de un tema importante, aunque controvertido a nivel ideológico. Pero esa acusación se ha basado en una simplificación excesiva, que no resiste a un análisis más profundo de sus causas y consecuencias.
Este comportamiento electoral tiene considerables diferencias referidas al género, regiones (urbanas o periféricas), niveles educativos, sectores económicos, etc. También a otro punto que puede considerarse meramente marginal: generalmente, los votantes de izquierdas decepcionados con sus opciones políticas, se abstienen, más que trasladarse hacia la derecha.
La xenofobia como campaña política
El voto a la extrema derecha se basa, casi exclusivamente, en la emotividad de aspectos como el resentimiento, la ira, la xenofobia, etc. La actitud hacia la inmigración parece un indicador esencial del apoyo a la extrema derecha, ya que la xenofobia es el principal determinante ideológico para votar a esos partidos.
Sin embargo, más influyente es el temor a la posibilidad de perder un estatus socioeconómico (la inseguridad económica y profesional) anterior, que provoca que el electorado se decante por la extrema derecha.
Es el caso, por ejemplo, de los autónomos, que adoptan visiones económicas liberales y valores culturales más conservadores, tradicionalmente asociados a la burguesía, que se ven amenazados por el surgimiento de nuevos niveles de autoemprendimiento desregulado, y que lleva a una alta inseguridad social.
El voto por la extrema derecha parece aumentar allí donde el mercado laboral es más competitivo entre inmigrantes y nacionales, con calificaciones profesionales similares. La subversión de la jerarquía social, referente a la relación racial, y el miedo a la pérdida de estatus socioeconómico frente a supuestas “amenazas” extranjeras, representan un terreno muy preparado para los partidos de extrema derecha.
Una persona que no considera amenazado su estatus no desarrollará actitudes xenófobas en una medida significativamente mayor que la media.
En general, la xenofobia no es un comportamiento estático, sino dinámico, que evoluciona en relación con la trayectoria del individuo en su ámbito profesional, personal y residencial. Por tanto, el éxito de la extrema derecha hace referencia a un sentimiento de privación de una ventaja social que se considera merecida, frente a otros grupos sociales, que se benefician de la asistencia social.
Sin embargo, la figura del “votante tipo” de estos partidos, no es garantía de apoyo. Por ejemplo, entre las clases trabajadoras, la solidaridad sociopolítica permite resistir la resistencia a la extrema derecha. Por eso, para enfrentarse al discurso de la extrema derecha es necesaria la articulación de un proyecto social, económico, político y cultural común para los grupos relacionados.
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