La traición mediática de la izquierda a sí misma: Caso Venezuela
El campo progresista se ha debilitado de tal manera que en sus medios de comunicación resuenan los argumentos de la derecha.
Llegó un momento para la izquierda en el que tener el poder institucional fue la prioridad. Ante ella todo era accesorio, por lo que se podía desechar si impedía el objetivo principal: vencer en las elecciones.
Antes de ello el poder institucional debía ser la consecuencia de un trabajo previo que se basaba en la pedagogía como base para articular un poderoso movimiento político y social que permitiera por un lado romper con la realidad mediática, y por el otro permitir los cambios desde el gobierno al haber convencido a la mayoría de que eran necesario.
Ahora, si la pedagogía había que hacerla sobre un tema polémico, se abandonaba para no asustar a ningún votante. La consecuencia es que al dejar vacío el espacio, la derecha lo ocupa con sus argumentos, avanzando en su poder hegemónico.
Por ejemplo, hoy en día basta con señalar una medida como algo “que convertirá al país en Venezuela“, para que la izquierda desista de aplicarla, moderando su acción quedándose dentro de los márgenes del sistema que previamente aspiraba a romper.
Al final, los medios de comunicación del campo progresista, que deberían ser el puntal de la izquierda en la batalla de las ideas para asentar un nuevo relato que permita la aplicación de medidas que mejoren radicalmente la realidad de los y las trabajadoras, han acabado asumiendo los argumentos de la derecha en estos temas polémicos, como es el caso de Venezuela.
Una situación grave ya que impide a los y las ciudadanas entender que el de Venezuela es un gobierno de izquierdas atacado económica y diplomáticamente por poderosas potencias extranjeras.
Con lo que primero no se tomará de ejemplo nada de lo realizado por sus autoridades -ya solo el referéndum revocatorio y la entrega gratuita de viviendas equipadas deberían ser referentes-, en segundo lugar se justifica que EEUU sea la policía del mundo –corrupta en cuanto a que las sanciones son ilegales pues no están avaladas por la ONU-, y en tercer lugar se normalizan y asientan los argumentos neoliberales de los poderosos.
Tras las elecciones regionales de Venezuela, el diario progresista Público informaba de ellas de esta manera en una noticia titulada: “Oxígeno para Maduro, varapalo para la oposición“:
“Nicolás Maduro, a quien el comandante designó su heredero político, ha vivido en el alambre desde entonces, asfixiado por la crisis económica, las sanciones internacionales y la presión de la oposición. Sin levantar pasiones entre los suyos pero con inteligencia política, Maduro sobrevive“.
Público separa la crisis económica de las “sanciones internacionales“, cuando la primera es consecuencia de las segundas, ya que las sanciones han ido dirigidas al petróleo venezolano, para rebajar su precio en el mercado internacional.
Al quitarle a Venezuela su principal fuente de ingresos, el dinero público ha caído en picado, momento que las sanciones han aprovechado para usar el dólar de manera especulativa devaluando el bolívar. Para entenderlo mejor, es como si la Unión Europea sancionase a España impidiendo la entrada de turistas.
Solo que a Venezuela, además, le impiden recuperar su economía con el secuestro de sus activos en el extranjero. Citgo -empresa pública de petróleo venezolana en EEUU- está en manos de la oposición, que no solo la ha llevado a la quiebra, sino que se pelea para ver quién se lleva los pocos beneficios que da. El oro secuestrado en Europa, sus fondos económicos en Euroclear han sido bloqueados por lo que no pueden comprar medicinas.
La propia Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la ONU ha pedido a EEUU que levante las sanciones al menos durante lo que dure la pandemia, a lo que tanto Trump como Joe Biden -este último referente progresista de Público- se han negado, usando la grave crisis mundial para profundizar el asedio que sufre la mayoría social de Venezuela.
El diario encuadrado en el espectro progresista continúa, “después llegarían algunas decepciones, la megalomanía de Chávez, su narcisista apuesta por el liderazgo regional, la aparición de la boliburguesía, la persecución de las voces críticas… Maduro no posee el carisma de Chávez, ni su capacidad de persuasión, ni sus dotes oratorias. Cuando trata de imitarlo, roza el ridículo. No era el dirigente más avezado del bloque bolivariano, pero fue el elegido de Chávez (y de La Habana) para pilotar la sucesión“.
Unos argumentos usados por la derecha mediática desde los tiempos de José María Aznar, Público los recicla de una manera decepcionante. El fin de la pobreza supuso un avance social basado en el aumento sin precedentes del poder adquisitivo.
A todos estos ciudadanos y ciudadanas que ahora podían tener un coche, comer más que arepas con mantequilla, ir a la universidad y no vestir con ropa rota, la derecha criolla, herida en lo más profundo por ver cómo los pobres ahora iban a las mismas universidades que sus hijos y ocupaban los mismos puestos que ellos en las empresas nacionalizadas, los llamaron “boliburguesía“.
Se suele comparar a Nicolás Maduro con Hugo Chávez para reducir al actual presidente a un títere del anterior. Sin embargo sí es cierto que Maduro comenzó imitando a Chávez en un primer momento, y también es verdad que no le sentaba nada bien. Si bien es algo que no sucede desde el año 2014, Público lo señala como algo actual en sintonía con el resto de la nota, en la que se limita a reproducir los argumentos de la oposición venezolana, cuyos integrantes van desde el centro-derecha hasta el fascismo.
Por otro lado, el periódico digital español visita a los viejos cubanos de Miami para meter con calzador la sempiterna conexión con Cuba que el anticomunismo internacional, más conspiranoico que político, sostiene sin aportar pruebas.
Nicolás Maduro, pese a “no ser el más avezado” según Público, fue el arquitecto de la unidad latinoamericana. Construyó el ALBA, la UNASUR y la CELAC, siendo capaz de sostener en equilibrio a gobiernos de todos los signos, y dirigirlos hacia un nuevo escenario alejado de EEUU.
Su influencia diplomática en esos años fue la mayor del continente, por lo que no es de extrañar que Cuba y el resto de países de la región lo felicitasen tras su elección como candidato del Gran Polo Patriótico tras el fallecimiento del anterior líder Hugo Chávez.
Público elimina todo el contexto, incurriendo en manipulación, al expresar que “la estrategia de derribar a Maduro en 2014 con manifestaciones masivas y violentas no había tenido éxito. En 2017, tras el cerrojazo del Parlamento por parte del gobierno, la inestabilidad social invadió de nuevo las calles. Pero el debilitado mandatario resistió a cara de perro, mostrando su rostro más autoritario“.
En realidad, la única movilización masiva fue en enero de 2019, cuando Juan Guaidó decidió romper la constitución y proclamarse presidente de gobierno ilegalmente. Desde ahí fue a menos por no cumplir con las promesas hechas y perpetuarse en su nuevo puesto. Sí fueron violentas. Igual que las de 2017.
A ambos momentos se les llamó “guarimbas“. Que dejaron cientos de muertos, miles de heridos y millones en pérdidas tanto en mobiliario urbano como en propiedades privadas. Dicen en Público que el actual presidente de Venezuela mostró su rostro más autoritario. Más adelante en la misma nota concretan a lo que se refieren: “las protestas callejeras las solventa con represión policial y cárcel para los opositores“.
Lo que Público no comenta es que los guarimberos ponían alambres en la calzada para cortar cuellos de motoristas, establecieron peajes para cobrar impuestos mediante amenazas, lanzaron bombas sobre población civil con helicópteros secuestrados, quemaron vivos a ciudadanos por parecer chavistas, colocaron bombas al paso de la policía, quemaron sedes del PSUV, viviendas de simpatizantes de izquierda y bancos públicos de alimentos, mataban en las manifestaciones a sus propios compañeros para crear mártires que más tarde aparecían en los medios como víctimas de la represión.
Los miembros de la policía que actuaron con violencia fueron juzgaos y condenados en base a la legislación vigente. Tampoco comenta Público que los “opositores encarcelados” fueron los terroristas que organizaron estas guarimbas y los que participaron en ellas.
Para el diario digital de izquierdas, un gobierno que ha nacionalizado los sectores estratégicos, que se niega a seguir la política exterior de una nación que invade militarmente, y que por ello es castigado por potencias extranjeras muy superiores económicamente, es el enemigo a batir.
Aunque pese a las sanciones su sistema de protección social impida que el COVID-19 sea un problema como sí lo es en sus países vecinos Colombia y Brasil. Que apuesta por el diálogo con una oposición que insiste en la violencia y en los golpes de estado. Que sostiene las colosales ayudas de alimentación (CLAP) y vivienda (GMVV) de manera gratuitas, además de seguir ofreciendo educación y sanidad gratis en todos sus niveles.